Hay momentos en la vida en que experimentamos situaciones de fracaso y desolación. Sentimientos de frustración y tristeza por no alcanzar aquello que nos hemos propuesto o aquello que deseamos.
Sin embargo, una vez más, todo forma parte de nuestra enseñanza y puede ser una excelente oportunidad para progresar en el conocimiento hacia la superación continua de nuestro espíritu.
Todos experimentamos la situación de fracaso
A veces resulta difícil de explicar. Ese sentimiento que se agolpa en lo profundo de nuestra alma, mueca nuestra tranquilidad y como una obsesión centra nuestro pensamiento.
Triste y frio como una ola de desolación, mitiga como algo cíclico que penetra cargado de ira y al retirarse permanece la amargura del fracaso.
Lejos han quedado los deseos de conseguir aquello por lo que hemos trabajado. Difuminado parece todo aquel esfuerzo y superación que hemos invertido en ello.
Y la realidad es que resultamos fácilmente desilusionados de las cosas que nos ocurren cuando estamos materializados. Esto hermanos, no es una debilidad, es sentirse humano. Es la realidad de nuestro sentimiento espiritual, una señal inequívoca de nuestra naturaleza misma.
No podemos olvidar que somos espíritus encarnados en un cuerpo material. Y nuestra alma, aunque haya perdido su memoria, su pasado, para poder afrontar con justicia las dificultades de la reencarnación; no podemos evitar sentirnos como espíritus.
¿Por qué nos sentimos abatidos?
Sentirnos abatidos por no conseguir nuestra meta, tristes por no alcanzar aquello que hemos deseado o experimentar la frustración de no haber merecido ese esfuerzo; es humanizarse. Estos sentimientos son chispas que brotan de nuestra alma, gritos anhelando recuperar la capacidad suficiente para enfrentar el trauma.
Somos humanos, tenemos claras limitaciones materiales y, sin embargo, pensamos en la eternidad, en la perfección idílica de las cosas y la realización glamurosa de aquello por lo que nos esforzamos. Porque somos espíritus y confabulamos nuestro pensamiento en base a nuestra esencia espiritual.
Y un espíritu, hermanos, tiene una capacidad infinita para sentir, desarrollarse y expandirse. Nada, absolutamente nada, se plantea como imposible.
Pero tenemos que hacer un esfuerzo por intentar comprender la realidad de la situación acontecida. Puede resultar complicado elevar nuestro pensamiento y analizar esos hechos de otra forma diferente a cómo nos sentimos. Pero ahí está nuestra valía y nuestra superación. Es así como encontraremos la paz de nuestra alma y ese conocimiento sumará a la capacidad del espíritu.
Elevemos el pensamiento
En ocasiones, parece que no sabemos cómo deshacernos de ese sentimiento que nos aplaca el alma. En la desesperación, muchos tratan de apagar sus penas de la peor forma. Drogas, sexo, venganza, convertirse en verdugo o incluso en casos extremos, el suicidio.
Cualquiera de estas formas, es en esencia una forma de evitar el confrontamiento de ese sentimiento en nuestra propia alma. Es una salida desesperada para inútilmente vencerlo. Porque, hermanos, somos espíritus. Y antes o después nos vamos a tener que enfrentar a eso o sucumbiremos víctimas de nuestro propio egoísmo. Cegados por nuestra propia vanidad por no ver más allá de lo que esta mermada realidad material nos ofrece.
Debemos adquirir la habilidad de elevar nuestro pensamiento más allá de lo que ven nuestros ojos, más allá de la introspección que ese sentimiento nos obliga.
Es de humanos dejarnos llevar por nuestro propio sentimiento y avivar nuestra ira y frustración, cebando nuestra sensación de injusticia y tristeza. Recreándonos incluso, en detalles que acrecientan nuestra desolación.
Sin embargo, ¿no es cierto que todos somos hermanos? ¿No es verdad que todos somos espíritus? ¿Acaso no somos todos hijos de un mismo Dios? ¿Y todos sentimos en esencia el potencial de nuestra propia naturaleza, gracias al fluido y luz de capacidad que recibimos cada día y en todo momento por obra y gracia de nuestro Padre?
Pues ese debe ser nuestro enclave. Esa debe ser nuestra palanca para afrontar ese fracaso. Porque no estamos solos. Y tu fracaso puede ser la oportunidad para otro hermano. Tu tristeza puede ser la llama para que otro hermano cambie.
Y aún más importante. Si consigues elevar el pensamiento, y analizar desde otros puntos de vista ese fracaso tuyo, seguros estamos que aprenderás de eso. Y podrás encontrar la manera de configurar de nuevo un futuro mejor.
Y si no consigues elevar el pensamiento, pide ayuda a Dios porque el Padre nunca nos abandona. Y si le pedimos ayuda, antes o después, de una forma directa o indirecta, nos llegará esa ayuda.