El miedo, ese vacío que nos corroe y nos inhabilita a no hacer nada, a no afrontar adecuadamente los retos que Dios nos propone en nuestra vida. Retos que se presentan como problemas, sentimientos nuevos o simplemente decidir qué hacer.
Y es que, ¿quién no ha sentido miedo alguna vez o muchas veces en su vida? Pues cualquier humano que se sienta hombre y prevea de alguna forma, las dificultades o vicisitudes que puede llegar a tener, si sigue adelante.
Pero el miedo no deja de ser una emoción espiritual, un sentimiento propio de la inseguridad del espíritu.
Cuando aparece el miedo
Vivimos, la mayoría, una vida exigente. El trabajo, la familia, los amigos, el amor, la sociedad… parece que nos falta tiempo hasta para dormir.
Y cuando nos acostamos por la noche, aparece ese vacío interior que no sabemos cómo llenarlo. Se agolpan los sentimientos como si algo importante nos fuéramos dejado hoy.
Al espíritu, a nuestra alma, no podemos engañarla. Podemos acallarla y sucumbir al materialismo que nos rodea durante el día.
Pero en el momento del sueño, cuando nos entregamos a nuestros guías para volver al mundo espiritual y recargar energías, de nuevo se enciende la llama y escuchamos esa voz interior de nuestros guías, así como nuestra emoción interior.
Esa sensación de saber que no estamos aprovechando el tiempo que tenemos aquí, que los deberes o retos que nos habíamos impuesto, no los estamos acometiendo.
Y eso pesa como un golpe de autorresponsabilidad, pues no olvidemos nos hemos comprometido con Dios en el momento que nos concedió la reencarnación a conseguir unos hitos. Unas enseñanzas a través de la vida material para adquirir más capacidad espiritual.
¿Qué nos hace vacilar a la hora de comprender las cosas de Dios o más allá incluso, nuestras propias sensaciones espirituales?
¿Por qué nos presentamos incapaces ante los ojos de Dios a comprender nuestros propios sentimientos como espíritu?
El miedo al fracaso, el miedo a no estar a la altura de lo que las personas quieren o queremos. O, por otro lado, el no poder comprender lo suficientemente a las personas, nos persigue constantemente y no somos capaces de liberarnos de él.
Simplemente huimos, buscamos tratamientos para poder dormir y seguimos viviendo esta vida de ilusiones.
Cómo vencer al miedo
Para vencer al miedo, hay que llenar ese vacío. Cuando hablamos de vacío, hablamos de inseguridad.
La inseguridad en la vida proporciona ese vacío. La necesidad de amar y ser amado puede acabar por llenarlo. Pero para llenarlo, tenemos que presentarnos a nuestra pareja y ante el mundo que nos rodea, tal y como realmente somos.
La necesidad de la vida, el vivir cada día, cada suceso por pequeño que sea, cada sentimiento por insignificante que nos parezca, va a contribuir a que ese vacío que sentimos vaya llenándose poco a poco.
Sin embargo, para que esa ansiedad desaparezca por completo, se ha de inundar todo ese vacío con amor, para que satisfaga por completo la necesidad del alma.
Ese amor se ha de buscar en la pareja, en los hijos, en los compañeros, en todo aquello que hagamos con el prójimo y el mundo que nos rodea.
Que sí, que realmente es difícil, porque como bien sabemos, al hacer eso, al abrir las puertas del alma y de nuestro corazón, somos vulnerables.
Pero nos hemos parado a pensar el por qué nos sentimos vulnerables. Pues por la misma inseguridad, es tu propia falta de confianza.
¿Qué vamos a perder? ¿Acaso es por si me hacen daño?
Bueno, no vamos a negar, que no todo el mundo responde igual a nuestro amor, incluso hay rechazo, descrédito y calumnia. Pero eso no es daño, quien se daña es aquel que acomete esas faltas, no quien las recibe.
Quien las recibe puede sentir tristeza, soledad, frustración… pero eso no es daño, hermanos. Y es que no olvidemos tenemos la libertad como espíritus, en este caso como almas, de decisión, el libre albedrío, y ni Dios ni ningún hermano, va a obligarnos a cambiar sino queremos.
Si realmente así lo comprendemos, esas sensaciones de tristeza o frustración, acabarán desapareciendo y cada vez menos aparecerán, pues eso significa, estas aprendiendo.
La fe y la seguridad
Tenemos que abrir las puertas del alma, elevar nuestro pensamiento y comprender esta vida desde el sentimiento espiritual. Sólo así abriremos nuestro corazón y empezaremos a sentir ese amor que inundará nuestros actos y pensamientos.
Y todo esto sólo se puede hacer con la Ideología y Filosofía de Dios. Sí, tenemos que relacionarnos con las cosas de Dios.
Ganando seguridad, confianza, en definitiva, fe. Fe en Dios primero, y después contigo mismo. Porque somos hijos de Dios y con su ayuda nada es imposible.
Hay que ser valientes, hay que dar el salto de fe. Y los primeros pasos deberán a ser a ciegas porque al inicio nos falta mucha comprensión, mucho conocimiento de Dios, del significado de la vida y la interpretación de las cosas de la vida.
Pero hay que empezar en algún momento y qué mejor hacerlo con la ayuda de aquellos que te rodean. Aunque también en algunos casos, esperemos que los menos, tendrás que plantearte hacerlo sólo, pues si tu ambiente próximo no comparte tus ideas, será mejor arraigar las tuyas.
El camino de Dios a veces es inescrutable, pero no olvidemos una cosa. En cuanto empezamos a caminar por él, sabemos perfectamente que estamos obrando bien.
Al igual que sentimos ese vacío, ese insomnio que no nos permite descansar, también sentimos satisfacción y buen ánimo, cuando estamos afrontando firme el camino de Dios.
Por lo que, al principio, probablemente, no comprendemos. Sabemos que vamos bien, pero no llegamos a ver mas allá, el significado, el por qué.
Pero conforme llegan esas nuevas vivencias y perdemos esos perjuicios de vanidad e hipocresía; perdemos esa vulnerabilidad.
Porque el hecho de amar y ser amado a través de la lucha continua en la jungla de la vida, nos proporcionará sentimiento y conocimiento suficiente como para ir ganando seguridad y confianza contigo mismo.
La comprensión del amor se inicia con pequeñas dosis de amabilidad, de ternura, de uno hacia el otro, de ti hacia los demás. Cuando amas, te muestras como eres y aceptas también como son. Los perjuicios no molestan porque hay compenetración, hay comprensión.
Cuando uno se entrega a la plenitud de las cosas de la vida, no sentimos miedo ni vergüenza ni timidez, no sentimos los perjuicios terrenales.
Eso es fe, eso es evolución y ese es el camino de Dios.
El miedo espiritual
Sabemos es difícil vencer ese miedo en la vida material. Imperar el sentimiento espiritual sobre el materialismo no es fácil.
Sin embargo, si creemos que ese miedo que sentimos materialmente es imposible de vencer, hermanos, que poco sabemos.
El miedo real es cuando el espíritu sucumbe a él. Y es que cuando en vida no se apartan esos hilos de negatividad de su alma, sólo encontramos vacío y falta de voluntad para elevar el pensamiento.
El problema real sobreviene con la muerte.
Porque una vez abandone su cuerpo cuando Dios ya ha roto su ligadura con la materia, entonces no puede salir de esa nube negra de negatividad y no ven nada.
Esa negatividad lo conducen al abismo de la desesperación y culmina allá muy por debajo de la densidad mínima de los sentimientos del alma.
Eso sí que es miedo, hermanos.
Cuando llegan al mundo del espíritu, incautos, llenos de miedo, sus fantasías solo son aplaudidas con el fervor de la deshonra.
El pecado ya no forma parte de sus vidas, porque el pecado ya no tiene importancia, porque no recuerdan ni siquiera lo que eran.
Y ese abatimiento y esa tristeza se adueñan de ellos y se quedan pegados a la tierra, humillándose cada día más, ennegreciéndose su propio espíritu, solo para encontrar un deseo de infinita vocación a las cosas materiales.
Pasan siglos y siglos encerrados en esa cárcel de miedo que ellos mismos han creado.
Pero Dios no renuncia, envía constantemente hermanos, congregaciones de buenos hermanos que alientan y ofrecen comprensión, bridando ayuda de elevación.
Que nadie se olvide que somos eternos, que tenemos la inmensidad de la vida espiritual ante nosotros. Y que tenemos a este Dios nuestro, que nunca nos abandona y que nos da siempre oportunidades para acercarnos a Él.