Disfrutamos estos días la semana Santa, un tiempo de recuerdo y recogimiento sobre los últimos días del Cristo, el Mesías.
Lejos parece quedar el sufrimiento de Jesús y el calvario. Su muerte necesaria para nuestra comprensión, debería seguir simbolizando nuestra nueva ideología sobre Dios y las cosas de Dios.
El domingo de Ramos
La Semana Santa inicia con el domingo de Ramos. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, proclamado como Mesías. Las masas se agolpaban con ramas de laurel y olivo, aclamándolo como rabí y Mesías.
Su fama se había extendido, en gran parte por la labor extraordinaria de Juan el Bautista, que indujo a todos sus seguidores, pero también por sus milagros.
Para los cristianos guarda un significado muy importante, pues es una forma de recordar la historia y admirar su obra, penetrando en esos tiempos de tan elevada elocuencia y extraordinaria magnitud.
La vida pública de Jesús
Conmemorar esta etapa de Jesús, implica iniciar con la obra de Juan el Bautista. Jesús se inspiró y adquirió plena conciencia escuchando sus predicaciones.
Como uno más, Jesús lo escucha, tomando fuerza y dignidad suficientes para afrontar su etapa como Mesías.
Por tanto, importante pues, recordar el refortalecimiento de fe que tuvo Juan el Bautista para el Cristo. Así como posteriormente, cómo indujo a todos sus seguidores para que continuaran con Jesús.
Juan el Bautista en sus predicaciones por el río Jordán habla continuamente sobre la venida del Mesías, que va a traer un don, que es un don de Dios y va a significar la esperanza para los hombres de la tierra.
Juan el Bautista no sólo era un hombre elocuente, su fuerza y seguridad era bien palpable. Su voz solemne no admitía duda. Juan encamina a Jesús hacia los hombres.
El bautismo de Jesús
El bautismo de Jesús es el símbolo del inicio de la vida pública de Jesús. En ese momento Jesús toma conciencia de su misión y se bautiza como uno más.
Quiere recibir la bendición del Espíritu Santo para proseguir su camino.
Y es en este preciso momento cuando Juan presenta a Jesús como el Mesías e induce a sus seguidores a que sigan a Jesús.
Imaginad el gran profeta Juan, máximo estandarte de la Palabra de Dios en esos momentos, arrodillado ante Jesús por haberlo honrado con su presencia, bautizándose como uno más.
El impacto de sus seguidores a la implacable seguridad de Juan que debían seguir ahora a Jesús, que él estaba por encima de él, que el Espíritu Santo se había posado sobre él y Dios mismo lo había bendecido.
Que su Misión era importante porque sembraría la verdad en la tierra, marcando una nueva era en la vida de la esperanza en la salvación de las almas.
Jesús les acogería con la grandeza de Dios y encontrarían la Luz. Pues Dios lo alumbra desde el cielo y siendo maestro de maestros, nos enseñará a amar a Dios, encontrando el significado de la vida.
Conmemoración del Cristo
Conmemorar la semana Santa no es sólo recordar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén o su trágica muerte, sino la vida de Jesús a través de sus enseñanzas. Y esas enseñanzas nos van a aportar continuamente la paz que necesitamos.
Dios Nuestro Padre dice que las enseñanzas son el mero recuerdo de toda una transición necesaria en todas las cosas. Y esas cosas se refieren al tema espiritual y son necesarias para el progreso de la vida. Y la vida va a significar un proceso continuo de enseñanza. Y esa enseñanza nos va a marcar el camino de la victoria. Y la victoria solamente se obtendrá cuando reconozcamos nuestras faltas, cuando reconozcamos que estamos equivocados y cuando veamos nosotros mismos que no hacemos todo lo bien que deberíamos hacer las cosas.
Y cuando perdamos la vanidad, cuando perdamos esos principios que nos degradan, entonces, podremos pensar de una forma más exacta en Dios.
Y Dios Nuestro Padre nos premiará, nos ayudará a todos, nos ayudará en el seno de la materia, nos impondrá nuevas razones y comprenderemos que la luz sólo viene del Padre. Y que gracias al Padre y a su ayuda, podemos comprender las cosas.
Recordad siempre: En Dios y con Dios estamos siempre. Y preferimos la bendición de este Dios nuestro, que no perdernos en la oscuridad de la vida.
Nosotros, como buenos cristianos, responderemos siempre con las plegarias o las oraciones, que Jesús nos enseñó para implorar a este Dios nuestro que nos ayude a encontrarnos con nosotros mismos. A reconocer nuestras faltas y así poder engrandecer en sabiduría.