¿Por qué Dios mandó a Jesús hace dos mil años? ¿De qué nos tenía que salvar?
La Misión de Jesús
Después de Noé, de Abraham, de Moisés, todo el conocimiento de la Tierra se culminaba hacia un Dios desconocido, distante e incluso aterrador.
Todas las cosas que albergaban un principio de conocimiento de Dios, se iban distendiendo tanto que ya no había un principio como tal.
Moisés actuó en un tiempo de forma trascendental y dejó escritas muchas cosas. Pero tampoco valían, pues la división de su propio pueblo, transfiguró a Dios en un ser un rígido, militar y castigador.
Sin embargo, no solamente el pueblo hebreo necesitaba de una salvación ideológica. Debemos pensar que el pueblo hebreo, protagonista en la Biblia, era un pueblo muy pequeño en el mundo. Y el resto del mundo ni siquiera conocía un Dios, eran ignorantes de toda existencia de Dios.
Por lo tanto, había que dar una señal muy grande para que se conociera en todo el mundo que existía un Dios. Era necesario transformar el pensamiento del hombre para que evolucionara.
La intención de Dios Nuestro Padre no era darse a conocer para que lo alabáramos. Sino para que, a través de su existencia, inspirarnos la elevación suficiente en nuestro pensamiento para ayudarnos en nuestra reencarnación a todos los hombres de la Tierra.
La anunciación de la llegada de Jesús
Muchos fueron los profetas que anunciaron su llegada. Pero tenemos que entender esos profetas. Esos iluminados que habían sido bendecidos por la gracia de Dios y a través del Espíritu Santo disponían de la Palabra de Dios.
Si ya fue difícil para Jesús hacerse comprender, cuánto no fue difícil transmitir para aquellos profetas la venida de Jesús. Porque todos visualizaron como médiums que eran, la necesidad de la llegada de un Jesús, un espíritu puro que en misión se reencarnara en la Tierra para que pudiera infundir la fe y transmitir la existencia de Dios en los hombres.
Sin embargo, la poca inteligencia y desarrollo de principio ideológico de aquellos hombres, entendieron a ese Jesús como otro Moisés, un héroe que los llevaría a una tierra mejor y libre. Es decir, entendieron la salvación como otra liberación de Egipto, no la salvación ideológica a la que todos los profetas se referían.
El profeta San Juan Bautista culminó esa transformación ideológica. Y de forma maestra supo dar un pase de continuidad a Jesús para que él culminara su Misión.
La importancia de la Salvación de Jesús
Si Dios no fuese intervenido en la evolución de la Tierra hace 2.000 años y no fuese mandado en Misión a Jesús, más tarde o más temprano, los hombres fueran creados sus propios dioses de barro y se fueran olvidado de Dios.
¿Y por qué se fueran olvidado?
Porque creer en Dios y seguir su Ideología cuesta trabajo. Se necesita de esfuerzo y dedicación para purificar las faltas o pecados del alma. Nuestra historia está repleta de nuestros numerosos fracasos de nuestra fe en Dios.
¿Y que pasa si los hombres se olvidan de Dios?
Que cuando mueren, siendo espíritus, se niegan a creer en Dios y no ascienden al mundo espiritual. Y eso hermanos, es un problema. Porque si ese espíritu no asciende, no puede realizarse la resurrección y eso significa que el espíritu gran merma en su capacidad, pues no suma esa reencarnación.
Debemos tener en cuenta que, en esa época, hace 2.000 años, más de dos tercios de los espíritus que volvían al plano espiritual durante el sueño, era imposible hacerles comprender de la existencia de Dios.
Haceros una idea entonces de cómo estaba de confundida la Tierra. Era pues una necesidad de lanzar una gran Misión en la Tierra para que la fe emergiera.
En estos tiempos, ¿vuelve a ser necesario un Jesús?
Dios autoriza misiones de revolución ideológica, como la de Jesús, en cualquier planeta, no sólo la Tierra, cuando ve la necesidad.
Ahora todos somos suficientemente inteligentes para comprender el principio de Dios y tenemos la Palabra de Dios a través de Jesús para comprender la Ideología y Filosofía de Dios.
Pero ahora nuestro problema es nuestra propia autodestrucción.
Sin duda, sería necesaria otra revolución espiritual, para que el hombre se encamine a la elevación de pensamiento y derrumbar así las mentes perversas.
Pero ya no vendrá un Jesús conciliador, un Jesús pacificador y comprensible de nuestra ignorancia. Pues ya somos inteligentes y si no creemos en Dios y no comprendemos su Palabra, es simplemente porque no queremos.
Por lo que la próxima revolución ideológica bajo el nombre de Dios será diferente. Pues el principio de fe que dejó Jesús era limpio y los hombres con su inteligencia se han embrutecido. Por tanto, la severidad de Dios también ha crecido.