La persona que sufre interiormente, pero un sufrimiento sano, no perverso, eleva el pensamiento y prospera su espíritu.
¿Por qué sufrimos?
Aquel que sufre de su trabajo, que está cansado de la fábrica, la oficina o la casa; los que trabajan de noche; aquél que sufre el padecimiento de convivir con una persona mala porque se comporta indignamente; aquellos que son tan buenos que la gente los toma en reprimenda; aquel que así sufre, se está sintiendo humano y está elevando el alma.
A veces, hay que pasar por trances dolorosos, ponerse en planos de dolor, en vuestra propia carne o la de vuestros hijos, para así poder llegar al alma. Sentir ese sufrimiento, nos hace dóciles. Sentimos amor, alegría en las recuperaciones, para que podamos elevar el pensamiento hacia Dios. Para que cuando nos veamos perdidos, nos inclinemos hacia el Padre y le pidamos. Todo esto, hermanos, es humanizarnos.
Con el sufrimiento nos humanizamos y aprendemos
Humanizar nuestra conciencia significa sentirnos humanos en vez de máquinas. Pisemos la tierra donde estamos, porque pasamos desapercibidos por ella. Empecemos a sentir humildad, porque de la humildad es de donde vive el alma, desde donde se aprende y se libera el mal.
Aprendamos a amar a los amigos, a los compañeros. Ofrezcamos ayuda al contrario, al triste. Ayudemos al prójimo como a nosotros mismos. No demos ayuda en devolución, sino ayuda limpia y sincera.
Cuando demos ayuda, no esperemos nunca la recompensa. Porque el que espera recompensa es que no es puro, el que espera recompensa se siente enervado por el odio y no está desprendiéndose de la riqueza material. Sólo, en el fondo, lo hace para que la gente lo premie algún día con la riqueza o para que hablen bien de él, para que lo adulen, para que avivan su ego.
Predestinados a sufrir
El espíritu con el peso de la materia sufre y padece. Por lo que nacemos para sufrir, a padecer, a expiar nuestras faltas, a purificarnos, a soltar lo malo y que se quede en la materia, que se quede en el caparazón. Nosotros tras la muerte nos elevamos y el caparazón, el cuerpo, se queda con todo lo malo.
Sin embargo, este sufrimiento no ocurre aleatoriamente, es decir, las cosas o situaciones que nos hacen sufrir, no ocurren porque sí. Dios, cuando nacemos, nos pone distintas situaciones para que aprendamos. Puede, por ejemplo, hacer que ejerzamos de jefe de gobierno y nos dé la libertad de mandar a todo un país y nos permite que obremos en consecuencia.
Si ese jefe de gobierno avasalla a su pueblo y lo encamina hacia la destrucción, aunque sea doloroso, no siempre, interesa a ese pueblo sufrir esas consecuencias, porque aprende de esa desesperación, de esa humillación, de ese dolor.
Por lo tanto, por muy cruel y por muy desacreditado que parezca, debemos comprender que un espíritu debe de nutrirse de todas las experiencias de la vida y de todas las vidas, para llegar a la comprensión y disfrutar de la pureza.
Por eso, es necesario que todo nos suceda en la vida para poder comprender el milagro de la perfección.
Cuando aprendemos, dejamos de sufrir
Cuando la capacidad de todos los seres o todas las almas que habitan en la tierra y comparten ese sufrimiento, luchan en pro del bien común, entonces ese sufrimiento desaparece.
¿Y por qué luchan por el bien común? Porque van comprendiendo tras sus experiencias de sucesivas reencarnaciones que no deben más sufrir.
Muchas son las ocasiones que, tras traumáticas situaciones, perdemos la fe o nos tambaleamos ante la duda, por no comprender por qué Dios, siendo nuestro Padre y tan bueno, permite nos ocurran esas cosas malas como si Dios nos estuviera castigando.
Dios Nuestro Padre lo permite para que aprendamos, para que veamos la verdad y nos vayamos desengañando de nuestros modelos de pensamiento para afrontar nuevos planteamientos ideológicos que nos hagan evolucionar.
Por muy cruel que nos parezca, debemos de pasar por esas situaciones para poder comprender más allá de lo que ocurre en la materia y nos permita elevar nuestro pensamiento hacia Dios.
Retomando el mismo ejemplo, ese pueblo oprimido por un mal dirigente, debe luchar aunado para responder a esa tiranía.
Y cuando esa lucha aflora en el pensamiento de todos los hombres, entonces se cambia el planteamiento ideológico. Y lo que antes era sufrimiento y desgracia en la persona, ahora es la bandera de un pueblo unido por la dignidad y la libertad. Entonces, Dios ayuda a que ese cambio sea favorable.
Que el sufrimiento sea la motivación del cambio
Luchad con fuerza porque en verdad os digo, que de todo aquello que sucede en la Tierra, Dios es dueño y Señor de todo su proceder.
No os importe el extremo de las situaciones, incluso la desesperación de estas. Realmente, lo positivo es el jugo de comprensión, de humanidad, de verdadera situación de sentimiento.
Y que, por tanto, si para llegar a esa justa comprensión y evolución de capacidad espiritual, debemos pasar por dolorosas situaciones, pues así Dios las proveerá. Para que cada uno, en nuestra justa medida, vayamos comprendiendo a través del sufrimiento de las reencarnaciones y vayamos glorificando nuestra capacidad espiritual, encaminándola siempre hacia lo más hermoso, lo más bonito, lo más eterno, que es estar en la cercanía tan bondadosa, tan limpia y pura de Dios Nuestro Padre.
Allí, en las cercanías del Padre, la comprensión es justa y a la medida, donde se aprende lo puro, lo justo y lo eterno. Porque como Dios es eterno, todos aquellos que nos esforcemos y podamos estar un día junto a Dios, se volverá eterno, como eterno es nuestro Dios mismo. Y de esa forma, aprenderemos directamente de Él y con Su Sabiduría nos haremos acreedores de la ciencia infinita del sagrado conocimiento del Padre. Amén.