Como hombre y como mujer debemos reencarnarnos para comprender la amplitud del amor y liberarnos así de los perjuicios del sexo. La homosexualidad es una experiencia que todos en alguna de nuestras vidas nos vamos a enfrentar.
Dios nos creó como espíritus, y también como hombre y mujer
Hemos comentado en este mismo blog anteriormente y en varias ocasiones, que Dios nos creó a su Imagen y Semejanza como espíritus. Y que siendo espíritus no tenemos sexo. Es más, no lo necesitamos para amar y gozar de nuestra capacidad espiritual.
Sin embargo, al crearnos como materia y ofrecernos la oportunidad de reencarnarnos para aprender a través de la vida material, nos creó diferenciándonos como hombre y mujer.
Surge así la necesidad de sentir como hombre, con su fuerza y con su superioridad de adaptación. Al igual que surge también la necesidad de sentir como mujer, con su sensibilidad y maternidad.
Y en directa conexión surge la atracción sexual y el desarrollo del sexo con doble funcionalidad, reproductiva y máxima expresión del amor consensuado y recíproco.
Esta elocuencia de unir necesidad de atracción sexual con el amor es una nueva lección que Dios nos hace llegar. Definir el punto de equilibrio, descubrir la virtud a través del deseo.
Ambos sentimientos son necesarios y todos hemos nacido como hombre y como mujer. Y sintiendo como hombre y como mujer en las diferentes reencarnaciones es como desarrollamos nuestra capacidad de amar y comprensión elevándola por encima de los perjuicios del sexo; haciendo imperar la capacidad del espíritu.
La necesidad de la homosexualidad
En el plano del espíritu, nuestro espíritu gran al ir recabando la sabiduría y experiencia de las diferentes reencarnaciones, suele identificarse más con un sexo que con otro.
Esta afinidad de sentirse más cómodo e identificado con un sexo en particular, suele estar relacionado con las reencarnaciones que más han significado en su avance y esplendor.
De esta forma, por ejemplo, cuando decide representarse y dar una imagen de sí mismo, suele escoger una imagen de una de sus reencarnaciones con ese determinado sexo de las que más se identifica. Es decir, que en el plano espiritual somos una luz, pero si decidimos representarnos, entonces escogemos una imagen de una de nuestras reencarnaciones como hombre o mujer.
Esta capacidad de representación en los espíritus puros sí que pueden crear una imagen totalmente nueva a partir o no de sus reencarnaciones pasadas.
A diferencia, por ejemplo, de los espíritus que carecen de luz que al no tener capacidad suficiente no pueden idealizar ninguna imagen de su reencarnación con claridad y definición. Por ese motivo, cuando quieren representarse pueden aparecer con caras deformadas o extrañas formas por su incapacidad de control de fluido.
Comprender que el sentimiento del amor está por encima de la identidad que nos proporciona el sexo puede ser complicado y a veces surge la necesidad de experimentar por sí mismos esta realidad como homosexual. Y muchos espíritus deciden reencarnarse como homosexuales para acabar comprendiendo realmente el amor más allá de la complementariedad de sexo.
La razón de la homosexualidad
Hay muchas razones, sin embargo, por las que podemos sentirnos como homosexuales.
La más frecuente y necesaria, es que realmente nacemos para vivir como homosexuales. Puedes nacer como hombre y sentirte como mujer, o se puede nacer como mujer y sentirte como hombre. Una o ambas son experiencias que debemos vivir en algún momento, para poder realmente entender el amor sin perjuicios.
Pero a veces, es accidental y me explico. Puede ocurrir que debido a una cadena de reencarnaciones del mismo sexo o bien debido a una identificación muy marcada con un determinado sexo, el espíritu reencarnado no asuma el cambio de sexo en esta nueva reencarnación. Y esto es un problema de adaptación espiritual.
Cuando este problema de adaptación ocurre, es en los coros donde se produce esta preparación espiritual para que el espíritu asuma su nuevo rol de sexo en su próxima reencarnación. Para que así puedan identificarse antes de nacer con ese nuevo sexo.
Sin duda es un reto, en especial, porque suele estar ambientado en una sociedad que no está bien visto y que rompe con la tradición de sexo establecida. Y si además te persiguen, condenan y calumnian por ese motivo, es probable cueste más de una reencarnación hasta asumir una vida digna con tu identidad sexual.
Puede también ocurrir que no habiendo nacido como homosexual ni sentir esa atracción por el mismo sexo, simplemente surja a propósito de una persona única, tu alma gemela. Si ese espíritu se encuentra reencarnado con su alma gemela, y coinciden en el transcurso de esa reencarnación con el mismo sexo, de una forma incomprensible, se van a sentir atraídos y no van a poder evitarlo. Estos casos son pocos, pero existen. Eso sí, será sólo y exclusivamente por y para esa persona.
La homosexualidad y el vicio del sexo
A pesar de que la homosexualidad tenga este objetivo tan digno y entendible dentro de la comprensión espiritual, como todo lo que nos ofrece Dios, también puede corromperlo el hombre y la mujer.
Hasta este punto, podríamos pensar, que entonces para entender el amor libremente, deberíamos ser todos bisexuales. Puntualicemos.
El sexo debería ser una expresión del amor y deberíamos entender que para amar no es necesario el sexo, si bien es uno de los regalos placenteros que Dios nos ha otorgado. Y como todos los regalos de Dios, deben respetarse y dignificarse.
Si para amar a esa persona ambos conjugan en el sexo, que así sea, sea del sexo que sean. Pero utilizar esa homosexualidad para satisfacer así fantasías y extravagancias sexuales con cualquiera, esto no es amor, esto es vicio. Estaríamos hablando entonces del vicio del sexo, sea hombre o mujer, sean homosexuales o no.
Deberíamos comprender que el sexo es una expresión material del amor y atracción que Dios nos ha permitido maximizar entre la unión de dos personas. Y esta unión la ha glorificado en personas de sexo complementario con el proceso de fecundación de nueva vida, de los hijos. Debemos pues, respetarlo cada caso en su justa medida.
Las cirugías de cambio de sexo
Las sociedades avanzan, y por suerte, hay ya una gran mayoría de naciones que conciben la homosexualidad como una realidad y es reconocida y respetada como cualquier otra identidad sexual. Perfecto, es como debe ser.
Y llegamos al punto que, con el avance de la ciencia y la medicina, nos preguntamos si podemos cambiar el sexo de nuestro cuerpo para culminar así nuestra identidad sexual.
Si hay alguna alteración física que interrumpa nuestra función sexual desde el punto de vista de la salud, para eso está la medicina.
Sin embargo, si a pesar de identificarnos con el sexo contrario, tu función sexual está sana y Dios te ha dado ese cuerpo, entonces cambiarlo no es lo correcto. Porque estás entorpeciendo tu objetivo de comprensión que tú mismo te habías marcado reencarnándote como homosexual.
En vez de dignificar tu vida comprendiendo el amor a pesar de tu cuerpo, decides cambiar lo que Dios aprobó y tú mismo propusiste. Realmente, no tiene sentido. Estamos faltando el respeto a Dios y a nosotros mismos.
Es necesario elevemos nuestro pensamiento a Dios y nos sintamos como verdaderamente somos por encima de este cuerpo que tenemos. Hermanos, esta vida es corta y efímera, no derrochemos nuestro tiempo y ahínco en nuestro cuerpo de esta manera.
Nuestra verdadera vida es la vida espiritual y allí no necesitamos ni de cuerpo ni de sexo. Hemos venido a vivir experiencias para elevar nuestra comprensión, aprovechemos cada momento.