No podemos ocultar la clara prevalencia del hombre sobre la mujer. La historia nos ha demostrado que no ha existido ni existe la comprensión de las diferencias de sexo. Pero si valoramos la diferencia de sexo como una prueba de vida y una necesidad de aprendizaje, veremos que la oportunidad para comprender está servida. Como hombre y como mujer, todos debemos nacer. Sin embargo, todos somos espíritus.
¿Tiene sexo Dios?
Dios no tiene sexo. Dios es un espíritu superior a toda capacidad espiritual, a todas las cosas existentes materiales y espirituales, a toda ideología habida y por haber. Es un espíritu divino de grandeza insuperable, una luz grandiosa de fluido de luz celestial que se retroalimenta a sí mismo en un ciclo continuo, por lo que nunca tendrá fin.
En este sentido, ante nuestra forma de pensar aquí en la tierra, Dios nos hace de padre y madre.
Nosotros como espíritus no tenemos sexo
Dios nos ha creado a Su imagen y semejanza. Nosotros, como espíritus, no tenemos sexo. Durante nuestro aprendizaje en la escala espiritista podemos simpatizar más con un sexo u otro, y por ese motivo, escoger una representación de nosotros mismos en un sexo determinado.
El sexo es una diferenciación que Dios ha dispuesto en los mundos materiales para nuestra comprensión y superación estando reencarnados.
¿Por qué existen estas diferencias de sexo?
Nos encontramos desde los mundos más primitivos, hasta incluso el mundo número seis, la superioridad del hombre hacia la mujer. Esta creencia está sostenida por su clara ventaja en fuerza física y desarrollo frente a la mujer. Se debe a una diferencia que Dios así ha creado para nuestra comprensión.
De nuevo, Dios ha preparado minuciosamente nuestro aprendizaje estando reencarnados, y ha dispuesto la posición de hombre superior a la de mujer porque se ha de comprender viviendo en ambas.
No debemos darle más importancia de la que en realidad tiene. El hombre ha sido creado con unas ventajas evolutivas de fuerza y desarrollo físico.
Nacer con la superioridad del hombre y valorar la mujer como su igual, actuando con humildad y honestidad, sin duda, es de gran valía.
Nacer como mujer y afrontar las diferencias como herramienta de superación, es de una ayuda inestimable de continuidad de aprendizaje.
Sentir como hombre y sentir como mujer forma parte de nuestra enseñanza estando reencarnados.
¿En todos los mundos existen esas diferencias de sexo?
En el planeta número seis, es decir, el siguiente a la Tierra, aún existe esa superioridad del hombre frente a la mujer.
Porque los espíritus o las almas procedentes de la encarnación de la Tierra guardan todavía un recuerdo de la fuerza de la superioridad del hombre. Dado que, en los mundos en los cuales la fuerza física prevalece, no se da tregua a la razón, sino que se obliga con la fuerza física a la decisión que favorezca los intereses de los hombres.
A partir del mundo número siete aparece la comprensión del sexo, donde la confraternización del espíritu se engendra en la materia. Aquí sólo existe ya, la superioridad del desarrollo y de la comprensión. En estos estadios de comprensión manda la razón intelectual no de la fuerza.
En estos mundos materiales elevados a nivel comprensión, se ve a las personas como almas, no como hombre y mujer. Y se valora por la verdad y razón de esa alma. No se condiciona por su sexo, no se encuadra en mayor o menor juicio por razones de sexo.
En estos mundos donde existe la comprensión de diferencias de sexo, se equiparan ambos sexos para formar y coordinar una armonía de verdad, donde el espíritu que reside en la materia, el alma, se confraterniza con la verdad del espíritu, con la verdad de su desarrollo a través de los mundos.
Y se empieza a ver de forma clara la razón y necesidad de las experiencias materiales para su desarrollo espiritual. Donde las ansias de superioridad física se calman y aprenden a vivir con la razón. Y entran a formar parte las cosas espirituales y la razón intelectual, y reina la comprensión de las almas, la paz de las ideologías de apartheid.
La igualdad de sexo como meta ideológica
Nuestra historia es testigo de nuestra falta de comprensión de las diferencias de sexo. La ideología más rompedora de nuestra era, el cristianismo, ha llegado incluso en algunos momentos de su historia a promulgar que la mujer carecía de alma. Mantener la superioridad del hombre frente a la mujer, someterla no sólo a la fuerza sino también a sus intereses, ha sido y tristemente es una constante en nuestras vidas aquí en la Tierra.
Parece que nuestro destino como hombre y la mujer es permanecer luchando en la vida, a través de las diferentes reencarnaciones de los diferentes mundos, hasta comprender cómo prevalecer desde el seno de la materia el sentimiento y valía de nuestro espíritu.
Aquel hombre o aquella mujer que comprenda desde la materia, desde su vida material reencarnada, que la capacidad espiritual debe estar por encima de la realidad material, que la razón y verdad intelectual de sabiduría está por encima de las diferencias de sexo; entonces habrá comprendido la verdad de la existencia y proseguirá su camino de enseñanza a mundos superiores.
Si la superioridad del hombre ha de servir para algo, que sirva para equiparar las fuerzas de perfección del alma. De un alma que transciende a un espíritu, de un espíritu que ya no necesita sexo para diferenciarse, pues no hay diferencias en la comprensión de los espíritus donde todos trabajan y aúnan esfuerzo para un mismo fin: ganar la vida eterna para permanecer con Dios y no tener que reencarnarnos más.
La superioridad del espíritu o de la materia está en un buen comportamiento de ayuda hacia los demás y no de interés suyo propio, individualizado, sino que habita en el mundo del espíritu en una confraternización y hermandad, donde Dios nos va premiando, ascendiendo, estando cada vez más cerca de Él.