En este momento estás viendo La enfermedad como camino a la muerte y la sombra de la eutanasia

La enfermedad como camino a la muerte y la sombra de la eutanasia

Luchar contra la enfermedad y el camino a la muerte ha sido uno de los objetivos más firmes de toda la humanidad. Existen enfermedades degenerativas que hacen mella en la vidas de quienes las padecen hasta el punto de desear la muerte antes de que acontezca. En este punto, muerte natural o eutanasia, ese es el dilema actual.

Desde las grandes contiendas de lo primitivo, de lo incesantemente primitivo y lejano en la distancia, el sentimiento del hombre en la tierra ha convivido durante muchos siglos y ha vivido en la esperanza de la vida eterna en la materia. Ha luchado y lucha inagotablemente, por conseguir como antaño, el elixir para alargar la vida material.

Aún hoy se intenta conseguir alargar la vida a través de los medios que sea posible. Se inten­ta a través de complejos hormonales, farmacológicos y de todo un sin fin de sofisticadas pruebas de laboratorio, prolongar la vida celular dentro de los organismos vivos. Pero parece no nos hemos dado cuenta todavía que la vida, la duración de la materia y del alma, sólo y exclusivamente en ello manda Dios. Y que sólo este DIOS nuestro tiene voluntad propia para alargar o disminuir la vida en la materia, y que por muchas investigaciones que hiciéramos, nunca lo conseguiríamos. Porque no es deseo de Dios que consigamos la vida eterna en la materia, sino en el espíritu.

La investigación debe reorientarse a la realidad de nuestra existencia

Hay muchas cosas importantes por descubrir, y si afanosamente, pensando en la realidad de la vida, creyéramos en las reencarnaciones, seguro que reorientaríamos la investigación en pro de nuestra existencia más por la calidad que por la longevidad. Si creyéramos en la realidad de la enseñanza divina, que nuestra reencarnación está dirigida a aprender del contenido de nuestra experiencia, y que todo este aprendizaje está constituido e ideado por Dios para que comprendamos y aprendamos; seguro que reorientaríamos la enfermedad en pro de nuestra superación y no en el acabose de nuestra existencia.

Sin embargo, nuestra ignorancia nos ciega. Nos conformamos con vivir eternamente en la Tierra y encarecidamente nos afanamos en luchar por la perpetuidad de la vida material y nos lanzamos a investigar, tristemente, conformándonos con la nada. Porque si sólo vemos eso, es que no vemos nada. La vida material es algo tan pequeño para la vida de un espíritu, es como una piedra en su camino, un camino que Dios ha trazado para nosotros del que no hay límites. ¿Por qué conformarse entonces con esta vida material, teniendo al alcance la eternidad del espíritu?

La investigación debe ir dirigida al conocimiento del cuerpo humano y el desarrollo de su fisiología, a buscar a través de experimentos o de fármacos erradicar una enfermedad, una dolencia. Buscar la eternidad en la Tierra, es ir en contra de nuestra propia naturaleza. Somos espíritus, no materia. Orientar nuestra mente y entendimiento de las cosas hacia lo material, es no aceptarnos a nosotros mismos y no aceptar lo que Dios nos ofrece. Además, degrada nuestro sentimiento, pues jugamos a ser dioses, cuando aún no nos hemos ganado el privilegio de estar a Su lado, cuándo aún no podemos ni acercarnos a Él porque su Luz nos ciega.

Si no hay actividad cerebral, hay muerte

Nosotros, como hijos de Dios, no podemos rectificar la organización de nuestra vida que Dios ya ha dispuesto. Si Dios dispone la vida en la Tierra en un número determinado de años, no podemos nosotros alargar la vida ni un solo minuto, ni un solo segundo. Todas las medidas que utilizamos para frenar ese momento de muerte, sólo estamos obstaculizando la liberación del alma de esa persona. Porque si Dios así lo ha dispuesto, es porque así nos conviene. Y de eso se trata la fe. Hoy no lo entenderemos, en esta vida no lo entenderemos, pero mañana, mañana en el mundo espiritual, todo será comprendido.

Cuando una persona, debido a una enfermedad degenerativa, traumática o crítica, permanece encamado sin prácticamente actividad cerebral; no debemos instaurar drogas o fármacos que sustenten esas tenues constantes vitales, eso sería prolongar de forma inútil esa vida. Hay que dejar que esa situación siga su evolución hasta que llegue su muerte de forma digna.

Paradójicamente, creemos estamos haciendo un bien a esa persona, pues hacemos todo lo posible por prolongar su vida material. Pero nada más lejos de la realidad. Sólo se consigue alimentar un cuerpo. El espíritu ya está fuera del cuerpo, pues espera su muerte. El prolongar ese estado de trance, es prolongar un estado de seminconsciencia, provocando el apego del espíritu a ese cuerpo, llegando incluso a un estado de turbación espiritual.

Todos los fármacos y medios utilizados, o por descubrir, en medicina intensiva en pro de alargar la vida material, sólo consiguen alimentar o controlar el cuerpo. Pero no el espíritu. El espíritu lo controla Dios y sólo Dios. Por lo que sólo conseguimos frenar a esa persona, frenar a ese espíritu a cambiar de plano. El tiempo de esa alma en ese cuerpo está marcado y estará en esa situación de letargo o tránsito el tiempo necesario, pero no debemos prolongar ese momento de muerte.

En una situación normal, si el cuerpo muere y no se puede instaurar vida en ese organismo, el espíritu al quedarse sin cuerpo pasa al plano espiritual, donde pasa su tiempo, pueden ser años, aprendiendo sobre sus videncias y experiencias hasta llegar a su capacidad espiritual plena. Pero si frenamos la muerte, y hacemos lo posible por mantener el cuerpo con vida, privamos a ese espíritu de la capacidad de esos años, por lo que estamos obstaculizando su proceso de aprendizaje. Ese espíritu entonces se queda pegado literalmente a ese cuerpo y no puede liberarse al plano espiritual, permaneciendo en un estado de turbación; pues no está ni el mundo espiritual ni tampoco en su cuerpo. Y después cuando finalmente pueden liberarse de ese cuerpo, cuesta mucho para que vuelvan a una comprensión real de lo sucedido.

Un buen signo para saber si estamos en ese momento de muerte o no, es medir la actividad cerebral. Si hay actividad cerebral, hagamos lo posible por su vida. Pero si ya no hay actividad cerebral, no hay consciencia, ese espíritu ya no está en ese cuerpo. No lo encadenemos a ese cuerpo. No interfiramos en la labor de Dios, porque lo único que podemos hacer es perjudicar a esa persona, y perjudicarnos a nosotros mismos. Ese es el sentimiento de Dios, esa es la verdad de Dios.

¿Por qué no debemos optar por la eutanasia?

En el lado opuesto, encontramos la eutanasia. Llegando a las puertas de un desenlace en la vida material, el miedo o la negación de enfrentarse a esa peregrinación o a ese sufrimiento de una enfermedad fatal, optamos por quitarnos la vida que Dios nos ha dado.

De ninguna manera, puedo estar de acuerdo con la eutanasia. Que cada uno haga su trabajo. Cumplamos nosotros con las reencarnaciones, esforzándonos cada uno en la etapa que nos ha tocado vivir, y dejemos a Dios que juzgue y haga cumplir sus designios en el mundo de la Tierra y en todos los mundos. 

Y disponemos de los medios tecnológicos para respetarlo. Si no hay actividad cerebral, no hay alma, el espíritu ya no está en ese cuerpo, está fuera de la materia. Sólo le une al cuerpo a través del cordón de fluido, y cuando éste se rompa, el cuerpo morirá y podrá pasar definitivamente al plano del espíritu. Pero si hay actividad cerebral, es que aún no le ha llegado su hora.

Y eso significa que aún debemos luchar por nuestra existencia, aún nos queda algo por aprender en esta reencarnación. Puede ser algo objetivo más allá de nuestra enfermedad. Pero a veces es simplemente pasar por el desenlace de esa enfermedad. Esa vivencia hace enfrentarte en primera línea a tu verdadera fe.

Dios pone a nuestro alcance todas aquellas cosas y experiencias en nuestra vida, a veces por difícil y desorientadas que nos parezcan, para motivar nuestra capacidad, para ver hasta dónde puede inspirar nuestro sentimiento y nuestra comprensión. ¿En cuántas pruebas no tendrá que ponernos Dios para que un día podamos estar a Su lado, sin la necesidad de reencarnarnos de nuevo?

¿Por cuánto no tendremos que pasar, y por cuanto no hemos ya pasado, hasta que veamos al ser que tenemos delante como nuestro verdadero hermano? Que no miremos su raza, ni riqueza ni educación; que no diferenciemos si es hombre o mujer, para ofrecerle y tenderle una mano. ¿Cuánto tiempo no tendremos que pasar a través de las diferentes reencarnaciones de los diferentes mundos, para llegar a comprender que lo más importante es el mundo del espíritu? Y que la vivencia en la materia, la vida en la materia sólo es un estado pasajero, en el cual nos ha servido y nos sirve para confraternizar el sentimiento de humanización hacia los demás, hacia nosotros mismos, hacia nuestro prójimo.

Que nos enseñemos a convivir con el dolor como hermanos, que aprendamos de la paciencia, que aprendamos y no nos hagamos daño unos a otros. Que seamos justos con todo aquel que nos rodea, con nuestros padres, con nuestros hijos, con nuestros amigos, con nuestros vecinos. Porque todos son nuestros hermanos, venimos todos de la creación de un mismo padre. Todos vamos en el mismo barco y pasamos por las mismas cosas para nuestro desarrollo.

La vida es un ir y venir de la existencia de la vida espiritual a la material, para la perfección del conocimiento del espíritu, y que marca los eslabones de la ciencia, y con la ciencia prospera el espíritu. Y con el desarrollo de la capacidad de la materia, comprende y reacciona el espíritu. Y así, continuará la existen­cia de la vida en la materia, hasta que todos, todos los hermanos podamos comprender la humanidad, la razón y la ilusión de poder vivir todos confraternizados y unidos como hermanos.

Deja una respuesta

Información sobre protección de datos: Los comentarios son revisados y aprobados por el responsable antes de publicarlos. Responsable: Antonio Ropero González. Finalidad: Moderar y responder comentarios de usuarios. Derechos: Podrás ejercer tus derechos de acceso, rectificación, limitación y suprimir los datos en laluzdelaespdesp@gmail.com, así como el derecho a presentar una reclamación ante una autoridad de control.

Información adicional: En  http://laluzdelaesperanzadelespiritismo.com/politica-de-privacidad  encontrarás información adicional sobre la recopilación y el uso de su información personal ,incluida información sobre acceso, conservación, rectificación, eliminación, seguridad, y otros temas.

Marcando la casilla de abajo indicas que eres mayor de 14 años, autorizas a que guardemos tus datos personales e indicas que…