Alcanzar la capacidad de luz en la escala espiritual es, sin duda, la meta de todo espíritu para iniciar la comprensión verdadera de la vida espiritual.
Para llegar a obtener la luz un espíritu debe reencarnarse muchas veces en los primeros mundos y superar un sinfín de situaciones en la vida material y espiritual.
Eslabones de conocimiento que le darán paso a la obtención de este galardón para ser miembro del coro de la Virgen María y dar paso a otro nivel de superación y ascensión hacia la vida eterna.
Ser espíritu de luz
Cuando se obtiene la luz, un espíritu ya puede reencarnarse en la Tierra, nuestro mundo, el quinto mundo.
Este planeta amplifica las funciones que puede realizarse como materia, situaciones que no podrían darse en otros mundos más atrasados.
En la Tierra Dios ha dispuesto el desarrollo del intelecto y esta situación posibilita interactuar de otra manera, de hecho, de un sinfín de maneras en esta vida material.
Es decir, lo que no se le daba importancia en el mundo anterior, ahora sí que la tiene porque pensamos. Y la fuerza ya no está en la lucha. La decisión ya no está en el impulso de la fuerza. Sino en la capacidad de obrar bien a través del pensamiento.
Nuestro objetivo es centrarnos en el desarrollo del intelecto sin necesitar la fuerza física. Discutir con la palabra sin llegar a las manos.
Y adquirir esta capacidad, tanto en la vida material como espiritual, es muy importante para el espíritu de luz.
Ser miembro del coro de la Virgen María posibilita la preparación espiritual a nuevos retos de superación y es donde se inicia la carrera de formación del ejército de Dios. Es por tanto aquí, donde se formarán los ángeles.
Para desarrollar esta función y adquirir esta capacidad intelectual, Dios otorga con la luz, la capacidad de multiplicación de partículas. Es decir, quien se reencarna no es el espíritu de luz completo, sino una parte de sus partículas.
A más capacidad de luz, más partículas y más intensidad de luz. A más intensidad, más elevación. A más partículas, más capacidad.
Por tanto, un espíritu de luz según intensidad podrá reencarnarse más o menos preparado. Y a más partículas, más posibilidades de reencarnaciones. Un espíritu de luz elevado, por ejemplo, puede estar reencarnado en dos o tres vidas a la vez, en el mismo mundo u otros mundos.
Este es el verdadero ciclo de la reencarnación. El espíritu gran siempre reside en el plano del espíritu. Son parte de sus partículas las que se reencarnan. Tras la muerte de la vida material, esas partículas a través de la tribulación se purifican. Para después a través de la resurrección volver al espíritu gran para enriquecerlo y sumar elevación.
¿Puede un espíritu de luz perder su elevación en la escala espiritista?
Lamentablemente sí, es posible.
Esas partículas que se reencarnan pueden fracasar en su reencarnación. Porque lejos de vivir una vida plena esforzándose por desarrollar su intelecto hacia el bien de su familia y el de sus hermanos, puede aferrarse al materialismo y a los sentimientos egoístas de fuerza y poder que anhela del pasado.
Por lo que esas partículas en vez de ascender al plano espiritual para purificarse y a través de la resurrección volver al espíritu gran, permanecen vagando en la tierra como espíritus turbados.
Y esa capacidad que el espíritu gran ha perdido, no se recupera, pues son partículas de su propia capacidad que pierde.
Y esto, hermanos, es desolador. Ver como hermanos preparan durante siglos de reencarnaciones en esos primeros mundos, anhelando la oportunidad de nacer en la Tierra para iniciar su carrera de ascensión. Y luego, tras esas reencarnaciones en la Tierra donde de nuevo atentan con la muerte de sus hermanos, la corrosión del poder y la ambición de atesorar bienes materiales, sucumben en la desesperación. Pues han perdido todo y de nuevo tienen que empezar de nuevo.
Y en vez de ascender, multiplicar sus partículas, intensificar su luz y reencarnarse hacia mundos superiores para alcanzar la vida eterna; retroceden y bajan de escala espiritual, llegando incluso a perder la luz.
Y de nuevo se reencarnan en los primeros mundos para conseguir con más fuerza, reconquistar la luz. Porque Dios siempre dispone para nosotros de nuevas oportunidades.
La importancia de la vida material
Desde luego debemos comprender, que lo más importante desde el lugar de elevación que cada uno esté, independientemente del mundo materializado que estemos, lo más importante para todos nosotros es comprender.
Y cuando uno se esfuerza por aquello que está realizando, bien sea por sus hijos, su familia, por enseñar y ayudar; entonces vamos comprendiendo todo lo bueno y significativo de la vida material.
Cuando se coge el buen camino, no importa el tiempo. Cuando volvemos al mundo espiritual, los hermanos superiores nos preparan y podemos ascender muy deprisa. Pero para eso es necesario esforzarnos y comprender.
Porque todo en la vida es hermosura, si lo miramos con los ojos del bien. Y si pensamos que Dios nos ha puesto en este camino para que comprendamos, para que ganemos experiencia, debemos sentirnos dignos de Dios.
Debemos de sentirnos orgullosos de que Dios nos haya puesto en esta situación, en este plano material. Y en vez de sentirnos preocupados, cansados, ideológicamente confusos y de mal humor, al contrario. Debemos de sentirnos con alegría y vivir la vida que nos ha tocado con valentía, con sentimiento.
Y desde el lugar que estemos ver lo positivo de la vida. Y todo aquello que nos rodea, sentirnos afanosamente congratulados con ellos ayudándoles, siendo agradables a cuanto fuese necesario.
Si así lo hacemos, este Dios nuestro se alegrará de nosotros, y nos premiará y nos ayudará y nos lanzará su mano para que nos cojamos a ella.
Pero debemos de cogernos fuertemente y no soltarla nunca, pues si lo hacemos el desequilibrio ideológico que eso estriba, podría perjudicarnos. Y en vez de avanzar hacia el camino de Dios, nos vamos alejando de él. Y todo aquello que en un principio pudimos avanzar, bien podemos perderlo ahora.
Por eso os digo hermanos, valorad todo aquello que se os brinda. Marchad jubilosos hacia la sabiduría de Dios. Abrid vuestra capacidad ideológica. Olvidaros del paganismo, del ateísmo. Sed hombres de ciencia y sed positivamente armónicos con las cosas de Dios. Acogeros a la enseñanza divina y ganaréis la salvación de vuestra alma.
Y no olvidéis que el que más pierde o el que más gana, sois vosotros mismos. Porque nadie, nadie podrá entrar en el reino de los cielos con otra alma o con otros méritos que no sean los suyos propios.