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La prisión y la pena de muerte

Somos conocedores día a día de numerosos casos de asesinatos y maltratos. Hermanos que realizan atrocidades a aquellos seres que les rodean, su propia familia incluso; y que son castigados con la prisión y algunos, según la ley del país, con la pena de muerte.

¿Es juicioso castigarlos, privarles la libertad o incluso la vida con la pena de muerte?

No matarás

Fue Moisés quien abanderó las tablas de la ley de Dios. Dios mismo grabó a fuego esta ley. No matar siempre ha sido un mandato divino y es el primer signo de respeto entre hermanos por la vida que Dios nos ha dado.

Anteriormente Noé, Abraham y muchos otros profetizaron con su propia vida y liderazgo la filosofía e ideología de Dios.

Jesús mismo, a pesar de que vino a cortar todas las cadenas que nos ataban a los perjuicios terrenales como las antiguas leyes y creencias, nos dio libertad para conocer a Dios directamente. Pero nos dijo que amaramos al prójimo como a nosotros mismos, por tanto, también nos indicó que no debíamos matar.

Y no había condiciones, tampoco para el castigo de retirar la vida a aquellos que son nuestros peores enemigos.

Poner la otra mejilla

Sin embargo, si un hermano nuestro atenta contra nuestra vida y nuestra integridad física, ¿acaso debemos poner la otra mejilla?

¿A qué se refería Jesús con poner la otra mejilla cuando nuestros hermanos nos ofendan?

Jesús nos enseñó a ayudarnos y querernos entre nosotros. Dios mismo nos dice es nuestro si no, pues así nos ha creado y así ha creado los mundos y las reencarnaciones, para que entre todos adquiramos el conocimiento necesarios para no reencarnarnos más.

Si un hermano aún no ha adquirido la fe y se da a la mala vida, a los vicios y al aprovechamiento de los demás, desde luego no vamos a alentarlo, pero tampoco debemos ponernos a su altura y dar fin con su vida.

Eso no significa, que cuando intente hacernos daño, se lo permitamos. Y cuando intente matarnos, le dejemos. Debemos reprenderlos.

En ese momento, cuando nuestra vida e integridad está en juego, debemos protegernos. Y si para protegernos, a nosotros o a cualquiera que reciba la afrenta, debemos matarlo, pues que así sea si no ha habido más remedio. Porque no debemos permitir el mal acabe triunfando.

Sin embargo, si tenemos los medios para frenarlo. Sí, debemos poner la otra mejilla, debemos darle otra oportunidad. Porque si Dios aún sigue permitiendo que viva, si Dios aún le da oportunidades para que comprenda, ¿por qué nosotros se las vamos a retirar?

Dios nos da la vida, Dios nos la quita. Dios nos dice que la muerte de un hermano no está justificada por nada.

Si respetamos a Dios y respetamos a nuestros hermanos, hagan lo hagan, no debemos matarlos. No se debería practicar la pena de muerte.

Poner la otra mejilla, implica no ser rencorosos, que perdonemos y le demos nuevas oportunidades. Aunque tampoco a cualquier precio.

Castigos: la prisión y la cadena perpetua

Es necesario haya un castigo. Cuando un hermano oprime a sus iguales, los maltrata e incluso llega a matarlos, se le debe condenar a prisión para evitar continúe haciendo el mal. Y si sus delitos son graves o numerosos pueda ser condenado a cadena perpetua.

La privación de libertad les obliga a reflexionar y a través del sufrimiento, pueden llegar a arrepentirse. Y eso es positivo. Y si además se les da ayuda con profesionales de la conducta y libros para que les orienten, eso es muy positivo.

Lamentablemente, no todos los espíritus que han sido condenados en prisión y además en cadena perpetua, se han arrepentido. Pero algunos sí se arrepienten en propia vida y cuando mueren, al llegar al plano espiritual tras su muerte natural, han aprendido el valor de la vida. Y a pesar de haber realizado esas atrocidades, ahora se ven con la fe de no repetirlo.

Sin embargo, si los matamos con la pena de muerte, los obligamos a acceder al plano espiritual de forma abrupta, sin que haya dado tiempo a prepararlos para la muerte, pues no ha llegado su hora.

Y tras morir entran en shock en una turbación muy severa. Primero porque les es difícil identificar la realidad, pues no han sido preparados, pero también porque ven el fallo que han cometido y sucumben en la oscuridad por miedo a afrontar la vida espiritual y sus atrocidades.

Dios todo lo perdona

Pensad que Dios siempre todo lo perdona, siempre y cuando nosotros estemos dispuestos a enfrentarnos de corazón y de verdad a todos los errores que hemos cometido.

Y si luchamos con fuerza para remediar lo que hemos hecho, es que estamos pensando. Y si estamos pensando es que hemos comprendido la verdad de la vida, la verdad del amor.

Que debemos disfrutar de los unos con los otros y, encarecidamente debemos ser justos, apoyarnos entre nosotros. Que siempre nos prestemos ayuda, que no demos la espalda al necesitado, al humilde. Al que necesite ayuda de verdad, le prestemos ayuda sincera, sin devolución, sin trampas, sin trabas, limpia, igual que Dios nos la ofrece, como a todos nos la hace llegar, con ilusión, con firmeza, sin ninguna cosa por medio que pueda desacreditarnos, sin traicionarnos.

Debemos reflexionar y pensar, ¿acaso no habremos nosotros matado a alguien en alguna reencarnación anterior en este mismo mundo u otro anterior?     

Seguro hemos matado a alguien y hemos participado en luchas de muerte.

Pero tras la progresión de las reencarnaciones y a través de los mundos mismos, hemos aprendido que la violencia no se suma a la capacidad de inteligencia y superioridad del espíritu, sino que lo degrada.

Y que el alma y el espíritu no se ha de llenar de cosas odiosas, de triunfos de guerra, sino que hemos aprendido que se debe de llenar de dulzura, de amor, de inteligencia, de humildad, de sinceridad.

Y harmoniosamente todo ese conjunto de cosas, en una gloria continua nos eleva muy por encima de los pensamientos mediocres de los hombres y nos pone cada día más, en las cercanías de la comprensión divina del Padre, donde Él nos observa y nos bendice, aún nosotros siendo inconscientes de esa bendición.

Hermanos, luchad con fuerza para sobrepasar el pecado de matar. Luchad siempre con la humildad en la mano, en pro del beneficio de las almas y la superioridad y el éxito de salir airoso en las reencarnaciones.

Prestad la ayuda sincera a cada hermano y no olvidéis nunca, que así lo hacéis, Dios lo bendecirá y lo aprobará, y ascenderéis en la escala espiritual, aspiraréis a más altura de comprensión. Y eso es bueno porque os estaréis acercando a Dios.

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