Dios nos ha concedido la vida material para que a través de ella podamos aprender y a través de esa enseñanza elevar nuestro conocimiento y capacidad para llegar a la pureza, último escalón de la escala espiritista. Llegar allí significa culminar nuestro camino de peregrinación, de reencarnación en reencarnación a través de los mundos y planetas que Dios ha creado para nosotros. La pureza significa poder ver a Dios y poder aprender directamente de Él sin tener que reencarnarnos de nuevo.
Con esa voluntad de fe y ese objetivo, el nacimiento en la vida material para nosotros debe significar una alegría inmensa. Pues es una nueva oportunidad que se abre ante nosotros para seguir avanzando.
Sin embargo, esa implantación del espíritu en la materia no es fácil y requiere de un proceso adaptativo.
¿Cuándo se inicia la vida en el embrión?
A los 25 días de haberse fecundado el óvulo, Dios, y solamente Él, sella a través de la creación del cordón de fluido, la unión de ese espíritu con ese cuerpo en desarrollo. A partir de ese momento, ese cuerpo va a pertenecer a ese espíritu, al igual que ese cuerpo va a depender de ese espíritu.
El espíritu no va a permanecer todo el tiempo dentro de la materia, supuesto que no es necesario, pero sí estará unas horas a la semana, para ir adaptándose a la nueva materia, al nuevo cuerpo. Aunque en todo momento estará conectado a ese cuerpo, por lo que todo sentimiento, todo acontecimiento, será transmitido al espíritu a través del cordón de fluido.
Y éste es uno de los regalos que Dios nos concede, pues ser testimonio directo y partícipe del desarrollo de ese cuerpo, es un milagro y un espectáculo de fe y vida. Y cuando hablo de hacernos partícipes, es que se nos permite colaborar de ese desarrollo del feto; por lo que según la elevación espiritual, podemos guiar más o menos la configuración de ese cuerpo. Esta participación desde el inicio de la vida material es crucial para la adaptación de ese espíritu al cuerpo.
¿Elegimos cuerpo y familia en nuestro nacimiento?
Depende. Va a depender de nuestro objetivo de aprendizaje y de nuestra elevación espiritual.
Si tenemos poca luz o elevación espiritual, nos dejamos aconsejar por nuestros hermanos superiores y Dios mismo lo supervisa, pues es Dios quien concede esa unión y esa oportunidad de nacimiento. Por lo que se nos aconseja nacer en ese cuerpo y entorno a esa familia, porque nos será más beneficioso aprender aquello que nos hemos fijado a superar (por ejemplo: superar una adicción, vivir afrontando la pérdida de un ser querido directo, afrontar una enfermedad con discapacidad física…).
Es decir, vivir la vida que nos hemos propuesto para conseguir la elevación de conocimiento, capacidad y sentimiento tras haberla superado, tras haber dignificado nuestra existencia con ese problema, con ese sufrimiento. Si disponemos de cierta elevación espiritual, podemos hacer sugerencias y Dios puede concederlas. Ya que elevación significa disponer de más visión y conocimiento para incluso reconocer nuestras faltas y establecer un plan para superarlas.
Pero debemos tener en cuenta, que el objeto de nuestra reencarnación va a ser el motivo que nuestro nacimiento sea en una familia rica o pobre, que nuestro cuerpo tenga alguna enfermedad congénita o no, que tenga hermanos o no. Estas cuestiones están directamente relacionadas con el tema aprendizaje de nuestra reencarnación, y ése va a ser el motor para elegir el cuerpo y familia adecuado.
Debo decir, además, que se nos da facilidades, y solemos coincidir entorno a grandes familias; pues el avanzar conjuntamente, nos da una sinergia de hermandad y una voluntad de fe viva, que de otra manera simple y seguramente no sería posible. Porque ante todo somos hermanos y todos nos ayudamos unos a otros; y todos avanzamos por el mismo camino que Dios ha diseñado para y por nosotros.
¿Cuándo permanece el espíritu definitivamente en el cuerpo que va a nacer?
Desde una semana o unas horas antes del parto. En ese momento el espíritu permanecerá definitivamente en ese cuerpo y solamente podrá salir en el momento del sueño. Que sea una semana o unas horas va a depender de la capacidad de ese espíritu, de la elevación que posea. A menos capacidad, más tiempo previo necesitará para permanecer definitivamente a ese cuerpo, para prepararse para el parto.
Por ese motivo, los bebés duermen tanto. Su cuerpo es inmaduro y necesita crecer poco a poco, pero es así porque así lo necesita el espíritu para adaptarse al cuerpo.
Ante la gran pregunta de los científicos de cómo el ser humano, el que con su inteligencia domina la Tierra, puede tener un cuerpo frágil y un crecimiento dependiente de otros humanos, diferenciándonos así de los animales que pueblan nuestro planeta; ya tenemos la respuesta. No somos materia, somos espíritus y adaptarse a un cuerpo requiere de un proceso, un proceso que Dios nos hace partícipes y que el mismo proceso en sí, ya es un aprendizaje para el espíritu que lo habita y para la familia que lo asiste. Es el círculo de la vida, del que todos somos partícipes y protagonistas al mismo tiempo.
¿Por qué no recordamos nuestro pasado espiritual tras nuestro nacimiento?
Hasta el mes de vida guardamos nuestro recuerdo íntegro espiritual. Nuestro origen, nuestra historia, nuestra ideología, nuestras reencarnaciones pasadas y también nuestra capacidad espiritual. Por lo que un bebé puede reconocernos sin abrir sus ojos y sonreír como si nos conociera desde hace siglos porque en verdad es así. Lástima que en ese mes de vida nuestra adaptación al cuerpo no permita el habla. Dios así sin duda, lo ha dispuesto.
Por lo tanto, hasta el mes de vida existe videncia absoluta como si fuera un espíritu. A partir de ese mes esa videncia va menguando hasta ir desapareciendo por completo hasta los 2 o 3 años de vida aproximadamente. Que sea antes o no va a depender de la capacidad y elevación de ese espíritu; dependiendo del grado de adaptación a ese cuerpo.
Es necesario ese borrado de memoria espiritual, pues sino esta vida no sería completamente un escenario de superación. Es necesario ocultar nuestra facultad espiritual, para que no interfiera en nuestro entendimiento, para que sea limpia nuestra exigencia y podamos elevar nuestro sentimiento con verdadera fe.