Estamos en la era de la revolución sexual, el poliamor y las relaciones abiertas. Y no nos referimos al destape, a la pérdida del pudor y acceso al sexo, sino a las relaciones por y para el sexo.
Si bien la definición de poliamor nos dice que es la relación entre varias personas que consienten abiertamente el establecer varias parejas; ¿hasta qué punto podemos llamarlas “relaciones” o “amor”?
El materialismo inunda las relaciones
Tener el poder de comprar en un clic todo aquello que deseas, la posibilidad de acceder a casi cualquier persona en las redes sociales y acordar una cita sexual sin tener que pagar por ello, son algunos ejemplos de cómo el materialismo ha llegado también a la forma de relacionarnos. De relación con nuestros amigos, compañeros, incluso familiares, y por supuesto con nuestros amores.
Y es que parece queda lejos lo difícil y socialmente complejo, que podía ser tener una relación amorosa. Pero lo cierto es que ni siquiera ha pasado un siglo desde que las mujeres se dejaban aconsejar para cazar marido y los hombres se casaban por interés.
Y cuando conseguimos por fin la democracia, en la que abiertamente podíamos relacionarnos y escoger la pareja de la que nos enamorábamos, ha pasado de largo y en poco tiempo se ha quedado obsoleta. Ya no está de moda tener una relación monógama y aspirar a tener un amor para toda la vida.
Siempre, por supuesto, quedarán excepciones. Habrá parejas que se enamorarán y que irremediablemente se adentren en una vida de pareja común. ¿Pero para la toda vida?
El amor consentido
Y es que ahora parece que aquello que consentimos y que nos parece bien, tiene el beneplácito de la sociedad.
Quizás sea suficiente legal y socialmente el consentimiento para que el poliamor tenga cabida en nuestras vidas, pero eso no significa que esté bien.
Una relación amorosa no es sólo sexo. El sexo sin duda es importante. Pero tampoco puede ser la piedra angular que construya nuestras relaciones. Porque empecemos desde el principio y lo entenderemos rápidamente, no somos un animal más de este planeta, nuestra vida no acaba aquí. Somos espíritus y estamos de paso, viviendo la vida que cuidadosamente hemos preparado a conciencia en el mundo espiritual antes de nacer y que Dios nos ha concedido para aprender.
Sería una lástima que desperdiciáramos esta vida, que tanto nos ha costado preparar y que Dios con tanto esmero nos ha concedido, para desarrollar nuestro amor en un cuento sucedáneo como el poliamor.
Definamos el amor
El amor de pareja no es una simple atracción, no es una mera conexión sexual, tampoco se reduce a la compenetración de gustos y haceres. Es un entendimiento que va más allá de lo material, es una vocación hacia la otra persona que trasciende a querer compartir la vida y más vidas.
Y parte de un compromiso entre esas dos personas, de amarse, entenderse, entregarse y dedicarse por entero. Porque amando es cuando se comprende y se desarrolla el amor. Porque el amor también se aprende y se aprende viviendo en pareja.
Y entonces, ¿qué sería una pareja? ¿Un hombre y una mujer? Empecemos otra vez desde el principio. Somos espíritus y el espíritu no tiene sexo. ¿Por qué entonces reducir el amor a la identidad del sexo? Una pareja no tiene por qué ser de sexos opuestos, aunque suelen iniciarse o propiciarse más fácilmente.
Respecto al número, bueno, el amor no tiene límites. Y es cierto, hay almas gemelas que no se reducen a dos espíritus afines. Pero repito, almas gemelas. Si ya es difícil, estando materializado conseguir un amor verdadero, compaginarlo con otra persona más, es añadir complejidad. Posible, pero no se suele dar en estos mundos, es más propio de mundos superiores, donde nuestra capacidad y comprensión es mayor.
El cuento del poliamor
En este mundo materialista, que pone por encima el poder del dinero, la imagen de la fama y todos los placeres mundanos porque parece ser esta es nuestra única vida y hay que aprovecharla, aparece el poliamor.
Y es que no hace falta comprometernos con nadie. Ni siquiera hacer el esfuerzo de convivir y compenetrarnos con alguien. Basta con diseñar a medida la relación que cómodamente nos complace entre una persona y otra.
¿A quién estamos engañando? El amor no es un buffet abierto al público, es un banquete entre dos personas.
Yo me siento bien contigo, quiero hacer todo contigo, quiero crecer contigo, quiero desarrollar lo mejor de mi contigo, quiero acompañarte siempre, quiero ayudarte y contar contigo siempre. Y esta vida, de tanto amor que he generado contigo, me sabe a poco.
Porque te miro y te veo, te pienso y te tengo, te deseo y me rindo. Cuando el amor vence el materialismo, vence el orgullo y todas y cada una de las dificultades que la reencarnación impone, aparece el amor verdadero.
Y ese amor verdadero trasciende más allá de una mera reencarnación, pues no tiene fin. Dios no nos ha puesto límites a desarrollar nuestras capacidades.
No nos limitemos a la realidad del mundo que conocemos. Hagamos introspección en nuestra alma, busquémonos en nuestra conciencia. No recordamos de dónde venimos, pero nuestro sentimiento de trascendencia espiritual es inequívoco. No somos animales, nuestra vida no acaba en la muerte y lo sabemos, nuestro interior no se equivoca.
No juguemos trivialmente con el amor como niños sin repercutir en consecuencias. El amor es mucho más. Estamos perdiendo el tiempo reduciendo el amor a un esquema racional de consentimientos sin compromiso.
Hacia el amor verdadero
Conseguir amor requiere esfuerzo como todas las capacidades espirituales. Si bien enamorarse es dulce, el rosario para conseguir el amor es sufrimiento, es penitencia. Porque compenetrarse con la otra persona requiere entendimiento, necesitamos acallar nuestro ego, poner primero a la otra persona… Sí, nos hace ser humildes, ser, en definitiva, mejor persona.
El amor verdadero es el camino más fácil por el cual un espíritu se encamina hacia la vida eterna. Pues acompañado es más llevadero y existe una sinergia de apoyo y ayuda continua, que motiva el desarrollo de una forma más rápida.
Y sí, el amor es compromiso. Yo me comprometo a evolucionar y aprender contigo.
Por lo que recomiendo y enfatizo encarecidamente, que apostemos por el amor de verdad con una persona. Porque es posible que no acabe siendo tu alma gemela, pues para llegar a ser afines, es necesario algunas reencarnaciones juntos, pero estás cosechando las habilidades suficientes para que con esa u otra persona, pueda surgir ese amor verdadero en el futuro. Somos eternos, nada es imposible.
Así que no os rindáis, no es dejéis vencer por este espejismo del poliamor, porque os estaríais rindiendo al materialismo y eso significa quedaros anclados o varados en esta vida material. No estaríais por tanto, aprovechando esta reencarnación como deberíais.
Sí, hemos venido a sufrir, a enfrentarnos a nuestras debilidades, a trabajar aquello que nos da pereza. Y cuesta, cuesta muchas reencarnaciones. Luchemos para que esta reencarnación no sea otra de muchas fracasadas.
Pues ya no estamos ciegos. Somos lo suficientemente inteligentes para buscar la Palabra de Dios y encontrarla, si queremos. Somos lo suficientemente capaces para en nuestro interior encontrarnos con Dios y pedirle ayuda. No tenemos excusa.