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Ángel de Dios

A lo largo de la historia bíblica, aparece un ángel de Dios, un ángel anunciador que intercede por Dios Nuestro Padre para comunicar un mensaje directo o realizar una acción determinada.

¿Se trata siempre del mismo ángel de Dios?

Por mandato de Dios

La Biblia explicita siempre un ángel anunciador, pero ese ángel de Dios nunca ha sido el mismo.

¿Por qué? Pues muy sencillo, porque también ese ángel necesita su propio desarrollo y aprendizaje.

Sin embargo, no importa quién haya sido, si un ángel u otro. Cuando nos referimos a un ángel anunciador, lo importante y lo que necesitamos comprender, es que siempre actúa por mandado por Dios con un fin y un propósito determinado. Es decir, que ese ángel no actua por sí solo.

Lo que importa es la noticia, el mensaje y el sentimiento que ha traído ese ángel anunciador. Esa es la verdad de Dios que resbala a través de la anunciación, a través de ese ángel.

Abraham y él ángel de Dios

Difícilmente hermanos, Abraham podía concebir antes sus propios ojos, ante su propia fe, comprender los significados de la existencia divina.

En un mundo ya, sembrado de tanto paganismo y tanta revolución ideológica, de los distintos dioses establecidos en el mundo de las adoraciones paganas, en la individualidad propia de las tribus, de creer en un principio de fe, en todo aquello que fue sembrando Noé.

Abraham tuvo que forzar el sentimiento de su pueblo hacia la ideología de un Dios misericordioso, de un Dios fuerte, incluso en algún momento, podía ser para los hombres destructivo, pero no cruel.

Abraham recibió muchas indicaciones divinas, por supuesto, siempre a través de los ángeles o ángel anunciador.

De alguna forma, encontramos de nuevo una fe en Abraham, fuerte, como la de Noé.

Noé, como hemos dicho anteriormente, fue el primer hombre que creyó en Dios. Abraham secundó la fuerza de Noé, estableciendo esa ideología en el sentimiento de su pueblo, en el sentimiento de aquellos que se acercaban.

Y decía Abraham a su pueblo: “Es difícil caminar por el camino recto, al pasar a través de estos valles de ignorancia y de idolatría”.

Si Abraham lo tuvo difícil, y tuvo que luchar con multitud de ideas, tampoco fue fácil para Moisés. Habéis de comprender que entre Abraham y Moisés, transcurre también una etapa de sus sucesores, que fueron extraordinariamente importantes. Pero que, como podéis daros cuenta, no podemos dar una configuración histórica y pasar por todo rincón o por cada trance histórico, pues explicar toda esa teoría significaría, para que os hagáis una idea, escribir unas veinte Biblias como la que hoy conocemos.

Lo más importante es que se comprenda, que cada paso que se ha sucedido en la Tierra, el desarrollo estratégico de la fe en la Tierra ha sido punteado por extraordinarios hombres. Hermanos que han ido constatando a través de su esfuerzo, a través de su fuerza y han ido sacando a flote la existencia de Dios y la verdad de Dios.     

Moisés y el mandato divino

Moisés, mensajero de Dios, guía espiritual en la Tierra, elegido por Dios para que diera un nuevo impulso a la fe de Dios a los hombres. Un iluminado de esplendor histórico, en el desenlace de la incultura y de la poca humanidad de los hombres hacia los propios hombres. También fue guiado por el ángel de Dios.

Hermanos, que crezca la humildad en nosotros, que Moisés, su esfuerzo, sirva en vosotros como un ancla que nos recuerde el esfuerzo de Moisés a todos los hombres de la Tierra. Que no se debe de oprimir a los hombres, a los hermanos.

Sírvase a partir de la comprensión que, a través del pensamiento de esa esclavitud, el hombre empiece a comprender, y comprenda que todos los hermanos encarnados en la tierra significan la vivencia y la comprensión universal del pensamiento. Que nadie debe ser esclavo de nadie, sino simplemente su hermano.

Cuanto no debió luchar Moisés en un principio de su vida, en un principio de su comprensión a dar el paso tan gigantesco. Cuanto no debió de luchar Moisés en su interior antes de tomar la determinación de salir de la plenitud a entregarse al sacrificio y a la salvación de su pueblo.

Y yo os digo hermanos, que Dios existe y existió para Moisés.

Moisés se enclavó en la fe de Dios, creyó ciegamente en Dios y fue la fe y con la fuerza divina de Dios, con las que rompió todas las cadenas de la esclavitud y lanzó a un pueblo esclavo a la libertad.

Porque la esclavitud, no es buena consejera para aquel que la produce. Moisés llevó a su pueblo, según comprensión divina, hacia la salvación y la libertad de la esclavitud.

Se encontró Moisés con muchos problemas, ya contados bíblicamente con su pueblo. Y después de la esclavitud, después con esa libertad, hubo Moisés de llevar a su pueblo por desiertos durante muchos años, para que se arrepintieran de su paganismo, de su idolatría, y comprendieran, aunque sólo fuese por un momento, la comprensión de Dios hacia ellos.

La historia está repleta de acciones guiadas por los ángeles de Dios

Yo traigo hasta vosotros, la comprensión de aquellos hombres que fueron pioneros en la Tierra y de una forma desenfrenada de ilusión y de fe puesta en Dios.

Avanzaron por todo su recorri­do, por todo el plano en la tierra, sembrando la verdad o el principio de la verdad de Dios, para que se fuera transmitiendo hasta nuestros días.

Para que cada generación de los hijos tuvie­ran un punto donde apoyarse, que fuera fuerte y resistente a las oleadas de vandalismo, de crueldad, de paganismo e idolatría. Y para que, de alguna forma, pudieran guardar a través de esa historia un sentimiento con Dios.

Hermanos, Noé, Abraham, Moisés, y cuantos dijésemos a partir de estos o antes incluso, en la historia, a todos los une una grandeza enorme de significación divina.

Y yo os digo que la historia desde Noé, pasada a través de Noé, Abraham, Moisés, con un salto grande hasta Jesús, resplandezca en nuestros corazones y nos haga ver lo positivo de la vida.

Nos eleve en nuestro pensa­miento, comprendiendo la única verdad de Dios. Que Dios a través de la historia nos ha ido dando señales, para que amáramos a nuestra propia vida, amáramos nuestra reencarnación y amára­mos más a nuestros hermanos. Para que, tras la venida de Jesús, trayéndonos una ideología de sentimiento nuevo, en el sentir de los hombres y nos sirviera de educación espiritual.

Y así, recor­dando a todos estos eslabones históricos, reforcemos con fuerza en nosotros el pasado. Y a partir de nuestros días, aparezca en nosotros una fuerza viva de ilusión de luchar por el bien, de luchar por la humanidad, liberando del sacrificio y la opresión a los pueblos sometidos.

Luchando por la libertad de la comprensión, viviendo con aquellos que nos rodean en su justa medida como hermanos e incorporándonos a un servicio gratuito de humanidad los unos con los otros,  estableciendo y rompiendo las fronteras del vandalismo.

Y con nuestra fuerza de voluntad, forzándonos cada día por ser mejores en todos los aspectos de la vida familiar, rompiendo todas las cadenas de injusticia. Elevándonos así, mucho más a través del pensamiento hacia Dios; aprendiendo y escuchando a través de la voz interna de nuestros guías, lo que ellos nos infunden para salvarnos de todas las cosas negativas existentes en la Tierra y que pase lo negativo por nuestro lado inadvertidamente.

Y que Dios que nos contempla y nos guía, siempre y cuando nosotros todos hermanos, lo deseemos de corazón.

Levantad vuestro ánimo, entonces hermanos, y que nadie se sienta pequeño cuando mire a Dios. Cuando eleve el pensamiento que se sienta orgulloso de este Dios nuestro. Que no sienta vergüenza de creer en Dios.

Que cada hombre de la Tierra, cada hermano, se centre en lo hermoso de su reencarnación y con fuerza de ánimo, avance en plenitud de su desarrollo y se fuerce más en la ayuda a su prójimo y a los demás.

Y cuando eso haga y llegue el cese de su vida en la Tierra, y haya triunfado por sus propios méritos, por su fuerza, en todo aquello que ha realizado de buena fe, comprenderá en el plano espiritual mucho más al Padre.

Así, cuando acabe su progreso en el desarrollo espiritual, verá un día a Dios. Y prendado de la inteligencia divina, accederá a la presencia del Padre. Y allí, serán satisfechas todas las formas de sentimiento, de paz y de ilusión.

Caminad por la senda del bien. Sentiros hombres libres y luchad según en el plano que estéis. Porque Dios a todos nos ve y sabe en cada momento lo que hacemos, lo que decimos. Por lo que a Dios no podremos engañarlo nunca.

Que nadie piense que puede hacer algo a escondidas de Dios.

Por eso os digo: haced las cosas con sentimiento propio, hacia lo humilde.  Practicad la humildad en vuestra reencarnación. Que vuestro ímpetu de vuestra fuerza interior no derroque la unión de vuestros hermanos y que si sois padres, unifiquéis el sentimiento de vuestros hijos para que la familia no se desmorone.

Y con toda esta armonía de juicio y sentimiento hacia Dios, realcéis esta reencarnación progresando hacia el Padre, hacia la elevación de vuestra alma, de vuestro espíritu, luchando por vuestra superación.

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