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Astrología y la carta astral

La astrología nace en el principio de los tiempos, cuando la humanidad intentando explicar de dónde procedía o con qué pudiera sentirse hermandado, conjugó una existencia de relación entre los planetas y la disposición de las estrellas. La carta astral interpreta esta relación con los astros en el momento de tu nacimiento, unas predicciones futuristas como si tu vida estuviera predestinada o condicionada al cosmos.

La astrología no ejerce ninguna influencia en la humanidad

Durante un largo periodo de años el hombre se ha dejado guiar por la astrología, encontrando en ella una confraternización en el desarrollo espiritual o material.

Sin embargo, el desarrollo del espíritu en la materia, no se consigue con influencia de los astros en absoluto. Los humanos no recibimos ninguna fuerza de atracción de los astros y no guardamos relación alguna con ellos.

Nuestra única relación es que vivimos en ellos cuando nos reencarnamos en la materia.

El sistema de planetas y estrellas existen, como ya se ha explicado en otras publicaciones de este blog, para ayudar al propio planeta habitado de cada sistema solar. Su función es ayudar y coordinar la relación y conjugación de absorción de la energía del sol.

Y no solamente la materia recibe la energía del sol, sino que, por encima del sol mismo, recibe el alma la afluencia del fluido de los hermanos superiores, y en definitiva de Dios mismo. Un fluido continuo de sensación y de amplitud de conocimiento muy por encima de la capacidad de la materia, que está muy elevado del conocimiento del hombre, y que puede llegar a ser tan perfecto como toda la consecuencia que pueda tener relación con las cosas divinas de Dios.

En definitiva, la astrología sólo puede significar para nosotros, un desarrollo en el conocimiento de los planetas, de sus masas de energía cósmica, de un estudio somero del mundo que Dios ha creado para nosotros. Y toda la confluencia astrológica sólo nos dará un conocimiento relativo en nuestro desarrollo a través del descubrimiento de las fuerzas del universo.

La carta astral no marca nuestro destino

El camino que debemos atravesar en nuestra reencarnación no está marcado en las estrellas, ni en la orientación de ningún astro, ni se nos viene dado en una carta astral. Nuestra guía escrita no está en el cosmos.

Sabemos que hemos nacido siendo espíritus encarnados en esta materia. Y es cierto que nuestra casa aquí está en nuestro planeta y que nuestro planeta está relacionado con el universo. Pero nosotros somos en realidad espíritus, que, tras la muerte volvemos de nuevo a nuestro mundo espiritual que nada tiene que ver con el universo que ahora nos rodea.

Nuestra guía, nuestro camino de orientación, bien en el plano del espíritu o bien en el plano de la materia, sólo lo marca Dios y el espiritismo.

La guía que podemos tener más real, más sincera, más verdadera, es la guía que Dios nos da a través del sentimiento que se nos transmite a través de los guías espirituales, de los guías que se encargan de proporcionarnos ayuda mientras estamos materializados. Como también, la ayuda que podemos recibir a través de los médiums videntes completos o clarividentes, que Dios ha dispuesto para que nos ayuden a comprender y a ver nuestro verdadero camino.

Los signos del zodiaco

El avance que supuso el conocimiento de la astrología con el paso del tiempo, en cómo se comportaban los astros y las estrellas, predispuso a la humanidad a idealizar una relación del sentimiento y el comportamiento de los hombres, de acuerdo con doce signos o trazados estelares.

Y cada signo del zodíaco se idealiza a un tipo de carácter y a una relación con los diferentes signos.

Parece respetable ideológicamente hablando, que pudiéramos asimilar estos signos del zodíaco como las diferentes etapas que todo espíritu materializado debe pasar y aprender. En el caso a modo figurativo, en que estableciéramos los signos del zodiaco como escenarios de aprendizaje, ¿bastan con doce?

Pues algunos espíritus les bastará cinco y algunos necesitarán más de doce.

Un espíritu tiene capacidad ilimitada de aprendizaje que un signo del zodiaco no puede acaparar por muchas cosas o dimensiones que le añadiéramos.

Porque la imaginación y superación de un espíritu, aunque esté en la materia, está muy por encima de poderla comparar con un elemento del cosmos. Comparar a un espíritu encarnado, a un alma, con un astro y que éste siga las trayectorias de ese planeta, es rebajar la capacidad de ese espíritu.

Nosotros los espíritus, estemos o no encarnados, estamos muy por encima de los planetas. Comparar un planeta con un espíritu es rebajar a éste.

Dios nos ha creado como espíritus y a pesar de estar reencarnados, nos da libre albedrío para que decidamos y aprendamos por nosotros mismos. Nuestra capacidad espiritual no está gobernada ni influenciada por ninguna fuerza material como la astrología. Simplemente están a nuestra disposición como escenario y regocijo de superación a través del aprendizaje de su funcionamiento. Disfrutémoslo.

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