Dios nos creó a Su imagen y semejanza como espíritus. Nuestro hogar de nacimiento es el mundo espiritual y es aquí donde volvemos tras nuestra muerte.
El mundo espiritual está en un plano espiritual, es decir, que nada tiene que ver con el plano material donde está el universo, el cosmos con sus planetas y mundos materiales.
Todo es diferente, incluso la luz es diferente. La luz en el mundo espiritual es luz celestial, no es luz solar. Su claridad es diferente, es el llamado blanco celestial. Su tonalidad es blanca pero azulada y no produce el fenómeno de sombra.
El plano espiritual no se organiza por sistemas planetarios, sino es un mundo espiritual con ciudades, muchas ciudades.
Las ciudades espirituales se ordenan según la escala espiritista
Los espíritus residimos en ciudades espirituales según nuestra capacidad y nuestra elevación en la escala espiritista. Conforme vamos avanzando en la escala espiritista, podremos acceder a otras ciudades en el mundo espiritual. Por lo que vamos a encontrarnos líneas divisorias entre una ciudad y otra, custodiadas por el ejército de Dios. Esas líneas divisorias se denominan barreras espirituales. Ángeles y arcángeles son los únicos con poder absoluto para mantener esa continuidad lineal. El ejército de Dios también respeta la escala espiritista, por lo que se ordenaran internamente según su elevación espiritual.
Las barreras espirituales son masas de fluido especial y son infranqueables. Un espíritu sin luz no puede acceder a las ciudades de espíritus de luz, al igual que éstos no pueden ascender a las ciudades de espíritus elevados. Sólo si dispones de la suficiente capacidad puedes atravesar la barrera espiritual.
Las ciudades se estructuran de forma similar a las ciudades del plano material, en el sentido que existen lugares para uso propio y lugares públicos de reunión y formación. A medida que progresamos en elevación y capacidad en la escala espiritista, podemos residir en ciudades superiores. A más elevación, más espacio y mayor margen de movimiento. De tal forma, que se puede descender a otras ciudades, pero no ascender sino dispones de la elevación suficiente. Esa ciudad cada vez será más grande, más hermosa y desarrollada.
La ciudad blanca de Dios
Las barreras espirituales dejarán de existir cuando somos espíritus elevados. No porque los espíritus elevados puedan acceder a las ciudades de espíritus puros, sino porque su capacidad y conocimiento les hace respetar los límites. Existe igualmente una barrera, pero no necesita mantenimiento por parte del ejército de Dios. Se trata de otro tipo de línea divisoria, pues al tocarla actúa a modo de puerta giratoria. Pero por lo general, como hemos comentado, no suele pasar; pues este límite se respeta porque se comprende.
En el resto de las ciudades espirituales no sería posible este tipo de barrera, pues si un espíritu sin luz pudiera acceder a la barrera espiritual para ascender a una ciudad de espíritus de luz o un espíritu de luz pudiera acceder a la barrera espiritual para ascender a una ciudad de espíritus elevados, volverían una y otra vez. Pues su ímpetu de acceder y el deseo de probar les embrutecería, aún con su insistencia, volverían otra vez debido a su corta capacidad y falta de entendimiento. Podríamos compararlo a la temeridad de un joven cuando no puede o debe hacer algo.
A partir de esa elevación superior, podremos acceder incluso a la ciudad donde reside Dios, la ciudad blanca. Se le llama así porque toda es blanca y por supuesto, la más hermosa y la más pura.
Los espíritus puros pueden ver a Dios y estar junto a Él. Los espíritus elevados, en cambio, pueden escuchar Su palabra a través del pensamiento; pero no todos, sólo los más cercanos a la pureza.