El infierno no existe. Es una idea que surgió hace miles de años, incluso antes de la llegada de Jesús a la Tierra. Entonces, ¿Cuál es su origen? ¿Por qué surge la necesidad de crearlo?
El infierno y la Torá
El concepto de infierno existía ya en los tiempos de los primeros profetas y nace en la Tierra. Jamás ha tenido una divulgación en el mundo espiritual.
Puede ser cierto, sin embargo, que algunos hermanos espíritus, en algún tipo de comunicaciones a través de médiums, lo hayan empleado con el fin de dar a entender algún significado. Pero a sabiendas y con la intención, de que a las personas a las que se estaban dirigiendo, lo entenderían con una seguridad aplastante.
La palabra infierno tiene su origen en el pueblo hebreo, cuando se congrega la formación de los primeros sacerdotes. Eran los inicios del futuro Sanedrín.
Y nace de la necesidad de formar parte de los principios de vida y confrontar así las escenas que se capitularían según la ley de Moisés. La idea era ser la contrapartida del bien.
Así que, en el fondo, estamos hablando del mismo mal, que ya infundían otras culturas y civilizaciones al inicio de la historia de la humanidad. Con el politeísmo existían dioses buenos y dioses malos. Pues de la misma forma, los hebreos copiaron esa dualidad de simbología y la aplicaron a ley de Moisés.
De esta forma, no sólo existía el infierno como contrapartida del cielo, sino que surgieron otros conceptos a modo de espejo como salvación si obrabas bien de acuerdo con la ley de Moisés y condena si la desobedecías.
¿Por qué resultó necesario crear un infierno?
Si miramos hacia atrás en los principios de nuestra historia como humanidad, vemos que, al estar tan faltos de conocimiento, se aprende mucho más bajo el yugo del miedo o por la necesidad de creer para evitar el mal, que no precisamente por la veracidad y conocimiento de las ideas primarias.
Es decir, que para hacer comprender al pueblo diferentes matices de comprensión religiosa, se hace necesario la creación de unas comparaciones en una etapa de capacidad muy primitiva.
De esta forma, si Dios es Pureza y Bondad absoluta en el Cielo, lo contrario sería un infierno y un dios maligno del infierno. Así, cuando el hombre muere y ha desobedecido las leyes de Moisés, su espíritu en vez de ir a la gloria al lado de Dios, iría a parar al yugo y sufrimiento de un dios malo y perverso. Como ellos decían: “necesitamos un infierno para acosar a aquellos que no guardan la fe”.
El concepto de infierno ha llegado hasta nuestros días
En algunas ocasiones, muchos años más tarde, hasta incluso los propios profetas anunciadores, aún teniendo algunos unos principios ideológicos más avanzados, se aprovechaban también de la palabra infierno para simbolizar lo negativo de la vida, no con la idea de infierno inicial.
Sin embargo, en la mente de aquellas gentes siempre quedó grabado el concepto de infierno original, un mal proveniente de ultratumba, proveniente de las profundidades de la tierra, que en vez de ascender hacia las alturas de las nubes y del universo, se hundía en lo más profundo de las profundidades de los volcanes o de los abismos.
Y ese concepto de infierno inicial ha quedado tan arraigado en nuestro conocimiento aquí en la Tierra, que ni el propio Jesús pudo eludir de sus mentes el concepto de infierno y un satanás.
Sin embargo, y esto ha de quedar muy claro, Jesús, el Cristo, nunca dio crédito al infierno ni a satanás y siempre se pronunciaba en contra de esos principios. Pero en tiempos de Jesús, el Sanedrín era muy fuerte, y no pudo arrancar de sus mentes esos conceptos tan latentes.
Es momento pues, avancemos ideológicamente, ya no necesitamos de un infierno para entender la Gloria del Cielo y no necesitamos de un satanás para ver la Grandeza del Padre.
Dios no ha querido nunca para nosotros un lugar de sufrimiento ni un castigo cuando nos equivocamos. Este mundo y todas las cosas que Dios ha creado para nosotros son para nuestra superación y conocimiento. El sufrimiento forma parte de nuestra incomprensión de la verdad de las cosas de Dios. Tengamos la fe y la esperanza para poder comprenderlas.