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Enseñanza a través de las reencarnaciones de los diferentes mundos

Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Dios nos creó como espíritus. Y Dios vio que, si nos materializaba, aprendíamos más deprisa, puesto que sufríamos en nuestro propio cuerpo. Por lo que creó la Tierra, nos envió para que nos encarnáramos y nos reencarnáramos en ella.

Entendiendo encarnación, como la primera vez que venimos a la Tierra y reencarnación cuando repetimos la experiencia. Es sencillamente el espíritu engendrado en la materia. El fundamento pues, que tenemos aquí en la Tierra para aprender y desarrollarnos, es espíritu y cuerpo.

Desde ahí lo condujo hasta los más lejanos confines de la Tierra. Les dio la sensación del frío, la gracia de pensar. Fue Dios añadiendo dotes al hombre: capacidad, alegría, inteligencia…Para que fruto de su amor, nacieran hijos. Hijos del amor, hijos de la vida, hijos de la gloria. Depositó en nosotros toda esperanza de vida: que nos amáramos, que nos ayudáramos.

Lo condujo con ganado, con fieras, para que adquiriera cultura, aprendiera, se diera cuenta de lo que valía la vida y fuera diferenciando el bien del mal, lo bueno y lo malo. Y se fuera dando cuenta por sí sólo del éxito y del fracaso, y de la valía del sentimiento.

Lo fue llevando por desiertos… Incluso mandó diluvios desde lo más alto para empezar de nuevo, cuando ya no había remedio.

El camino de la reencarnación en pro de la perfección espiritual

Dios ha dispuesto para nuestra enseñanza diez mundos distribuidos en sus sistemas solares por el universo. Podemos constatar una falta de conocimiento importante en los primeros mundos atrasados, pero también una trascendencia existente en el deseo de proseguir en la enseñanza a través de los mundos más adelantados.

Pasando reencarnación tras reencarnación por esos mundos en el plano de la materia y pasando por las escalas espirituales del plano del espíritu; conjugándose ambas en el plano material y comprendiendo desde la materia al plano del espíritu, y al mismo tiempo, comprendiendo desde el espíritu el plano de la materia. Y así, hasta llegar a los últimos dos o tres mundos, necesarios para el espíritu para llegar a la perfección de la pureza.

Muchas enseñanzas le deparan al espíritu desde que nace hasta llegar al último mundo. Muchas son las enseñanzas y pruebas y puntos de vista y planteamientos. Muchas etapas en los diferentes mundos o incluso en el mismo mundo tras haber repetido. Cuantas veces sea necesario en ese mundo, para poder superar y llegar al conocimiento necesario para pasar a un siguiente.

Muchos son los sacrificios llevados por un espíritu a la materia, para poder comprender el significado de la vida. Cuantas luchas y cuantas guerras no habrán tenido que participar el espíritu en los mundos atrasados para poder comprender y tener un sentimiento de humildad. Cuantas veces no habrá tenido que nacer un espíritu en la materia para poder comprender el significado y el amor hacia los hijos y el respeto hacia los padres.

Cuantos mundos y cuantas reencarnaciones habrá de sumar un espíritu para consagrarse como espíritu de luz. Y cuantas más reencarnaciones y mundos habrá que pasar para llegar a ser un espíritu elevado. Y un espíritu elevado, cuantas funciones de comprensión y de buen juicio de las cosas tanto en la materia y en el plano del espíritu no ha de comprender, analizar, realizar y ayudar a otros espíritus a través de los diferentes mundos y en el plano del espíritu, para poder acercarse a la perfección.

Sin duda, todo lo que concierne a los mundos, a la verdad de la existencia de esos mundos, es parte de nuestra vida, de nuestra existencia como espíritus y de nuestra necesidad de vivir en esos mundos para sacar la experiencia, con un solo propósito:  llegar a la perfección, a la pureza espiritual.

Hermanos unidos en la confraternización del espíritu   

Estos mundos fueron creados por Dios. Y debemos a Dios todo cuanto somos y todo conocimiento que poseemos. Todo comportamiento, toda dignidad y todo sentimiento dentro de nosotros mismos, de nuestra alma, de nuestro espíritu, es gracias a que Dios, nuestro padre, nos ha ido reencar­nando en las diferentes etapas de los diferentes mundos. Para que así comprendiéramos el significado de la dignidad del alma y del sentimiento mutuo del espíritu.

Comprender que todos somos hermanos, que nos debemos unáni­memente en la comprensión mutua. Y que la confraternización no se limita solo en la palabra, sino en el sentimiento de la humildad. Y que el deseo de todos los espíritus sea uno mismo, un único sentimiento, en el cual Dios nos encamine con Su buen juicio hacia la perfección infinita.

Y cuanto más crezca nuestro conocimiento, nuestro desarrollo en nosotros; cuanto más nos deparara este Dios nuestro de enseñanza, de simpatía y de buen conocimiento de todas las cosas. Y cuantas cosas más no nos ha de poner para que disfrutemos de esa enseñanza y gocemos en la vida eterna de la perfección y del buen juicio de Dios. Cuantas enseñanzas no tendremos que dar antes a nuestros hermanos y cuantas cosas no nos habrá de deparar cuando estemos en la perfección.

Enseñanza sin límites

Y si un día el último de los hermanos creados llegase a la perfección, a la pureza, este Dios nuestro dice que nos espera un mundo espiritual aún más glorioso y significativo. Que todo cuanto pueda significar a nuestro juicio de entendimiento la dulzura, la enseñanza y la comprensión de las cosas, pondrá Dios a nuestro alcance nuevas metas, nuevos mundos espirituales, para seducirnos en nuestro pensamiento y volvernos sabios.

Sin embargo, si nosotros somos sabios y todos obtenemos la pureza de Dios, ¿a qué altura no estará este Dios nuestro en sabiduría y concordancia en relación con nosotros?

Nunca se cerrará la diferencia existente entre nosotros y Dios. Su superioridad siempre se destacará muy por encima de la comprensión de cualquier hijo suyo. Y nos enseñará los milagros de ser Dios. Conocimiento que sólo se reconoce en la pureza y que sólo Dios mismo puede divulgar.

Por eso, debemos comprender que todo el signifi­cado que guarda relación con todos los mundos, de toda la escala espiritual, de todo el esfuerzo de Dios para que comprendamos el mundo del espíritu, el mundo de las diferentes materias existentes en los diferentes mundos; es para que cuando vayamos a gozar de esa vida eterna, de esa pureza de Dios, estemos preparados para concebir multitud de conocimientos, que ahora se nos escaparían a nuestro juicio y a nuestro entendimiento.

Pensad que no podríamos acceder a la ciudad blanca donde Dios reside, porque no estamos lo suficientemente preparados. Y que todo este desenlace de mundos y de escalas espirituales, sólo es para que crezca en nosotros el entusiasmo de aprender. Porque si largo es el recorrido hasta llegar a la pureza, mucho más largo y eterno es el camino glorioso y fantástico en nuestra forma de comprender, que Dios nos tiene reservado a cada uno de nosotros cuando residamos definitivamente junto a Él.

¿Desaparecerán algún día los mundos materiales?

Sí, desaparecerán los mundos materiales, una vez que no sean necesarios para la encarnación de los espíritus. Cuando todos los espíritus seamos puros y hayamos alcanzado la vida eterna, entendiendo ésta como el hecho de no tener que nacer de nuevo en ninguno de los mundos.

Y cuando eso ocurra, cuánto no nos tendrá preparado este Dios nuestro para ese glorioso día, cuánto no nos sorprenderá de nuevo.

Ahora, en nuestra vida material, debemos disfrutar de la posibilidad del entendimiento y prepararnos para comprender más en un futuro a Dios, futuro que se abre a cada momento en nuestro recorrido de nuestra perfección.

No debemos preocuparnos en qué lugar estemos de la escala espiritual o cuál ha sido nuestro recorrido hasta hoy. Sino que debemos proseguir en busca de la verdad y del significado de la verdad y darnos cuenta que debemos proseguir en el entendimiento que nos ofrece este Dios nuestro que a cada momen­to nos aclama, nos da fuerzas para continuar cuando estamos abatidos.

Y que nos ayuda aún en contra de que nosotros, en algún momento de nuestra vida material, lo hayamos negado o hayamos renunciado a Su existencia y lo hayamos calumniado a través de las distintas etapas de los diferentes mundos. Aun así, Dios siempre está ayudándonos; siempre espera una reconciliación con nosotros mismos y con el plano espiritual.

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