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Genética a la carta

Hemos evolucionado tecnológicamente y conocemos ahora nuestra base genética como humanos. Esto ha posibilitado que los científicos hayan descubierto qué cualidades de nuestro cuerpo están sujetas a la expresión o supresión de determinados genes.

¿Sin embargo, estamos usando este conocimiento con diligencia? ¿Hasta qué punto puede ser ético el poder elegir el sexo, el color de los ojos y la complexión de nuestros futuros hijos?

La era de la investigación genética

Estamos en la era de la investigación genética. Sabemos que la mayoría de nuestras características físicas y el origen de muchas enfermedades está escrito en los genes.

Muchos de estos conocimientos están posibilitando terapias genéticas para personas que están enfermas por haber heredado mutaciones genéticas.

Estas alteraciones predisponen a incidencias o deficiencias de alguna función fisiológica del cuerpo. Reparar estas mutaciones está posibilitando su recuperación, evitando así la herencia generacional.

Y eso es bueno porque significa evolucionar en nuestro conocimiento sobre nuestro cuerpo. Esto nos abre la mente y nos ayuda a comprender el milagro de nuestra propia creación.

Comprender cómo funciona nuestro cuerpo nos hace partícipes del conocimiento que Dios nos ofrece. Disfrutar de ese conocimiento permite evolucionar nuestra propia inteligencia y ganar en humildad. Pues nadie puede escapar de la magnificencia de nuestra creación.

Cierto hemos evolucionado mucho y conocemos mucho de nuestro cuerpo. Pero aún desconocemos muchísimas cosas y si abriéramos nuestra mente a Dios Nuestro Padre para que iluminara nuestra investigación, más evolucionaríamos.

Sin embargo, parece que cuanto más conocemos y más detalles Dios nos hace partícipes, más nos alejamos de la fe y de Dios mismo.

Parece que saber cuatro cosas de cómo nuestro cuerpo funciona nos hace independizarnos de Dios hasta tal punto que parece ya no lo necesitamos.

¿Por qué nos conformamos con tan poco?

Dios nos enseña cuanto podríamos aprender y como niños asustados cogemos algunos caramelos y salimos corriendo. Y nos escondemos de Dios. Y en la penumbra esquina de nuestra propia ignorancia, con los cuatro caramelos que Dios nos ha dado, nos disponemos a jugar a ser dioses y alterar las leyes de la naturaleza para cambiar las cosas a nuestra manera.

Experimentación genética

Lejos de la medicina, de buscar la terapia genética, nos disponemos a cambiar las propiedades de nuestro cuerpo. Y buscamos elegir el sexo de nuestros hijos.

Incluso más allá del sexo, buscamos elegir el color de sus ojos y la complexión de su cuerpo.

¿Qué tiene que ver el cuerpo con el espíritu?

Que un cuerpo sea más guapo, más alto o esbelto, no significa que vaya a elegir o modificar el espíritu que habita y conformar ese cuerpo modificándolo.

No podemos olvidar que Dios nos hace partícipes como padres de la creación del cuerpo. Nos hace testigos de ese gran milagro de la procreación. Y permite que haya un vínculo material para afianzar el ciclo de la vida material y favorecer así la integración en la familia.

Porque es difícil para un espíritu adaptarse a este cuerpo, es difícil llegar a dominarlo y es clave el desarrollo de la familia, no sólo para el cuidado del cuerpo, sino para la adaptación del espíritu con la vida.

Todo ese vínculo que Dios nos ha hecho partícipes lo anulamos. Permitimos que una probeta sea el nido de ese inicio de vida, en vez de nosotros mismos.

¿Acaso no vemos el desagravio y la ofensa que estamos haciendo hacia Dios? Que nosotros mismos nos estamos anulando y desproveyendo de los grandes milagros que Dios nos hace partícipes en este mundo.

Y más aún, ¿no vemos que estamos imperando el aspecto material del cuerpo de nuestros hijos en vez de participar en el milagro de la creación?

Esa ignorancia, esa torpeza, nos aleja de Dios y de nuestra propia humanidad. Y eso hermanos, no es desarrollo, ni avance, ni adelanto para nosotros, es actuar inapropiada y soberbiamente con las cosas que Dios nos pone en el camino.

La sabiduría del espíritu es independiente del cuerpo

¿Qué importancia puede tener para un espíritu que su cuerpo sea más esbelto o guapo?

Bien es cierto, que Dios permite que mujer y hombre compartan material genético para engendrar un nuevo cuerpo. Pero es Dios quién deposita el nuevo espíritu, dando así vida a ese cuerpo.

¿Entonces, qué importancia va a tener para ese espíritu ese cuerpo?

No podemos olvidar quienes somos. Somos espíritus y pasamos por la vida efímeros. El cuerpo es sólo un medio en esta vida, en este viaje de nuestra existencia.

Es cierto que nuestro cuerpo evoluciona acorde con nuestro desarrollo de inteligencia. Así, cuanto más elevado sea nuestro intelecto, menos necesarias serán nuestras atribuciones físicas en cuanto a fuerza y protección. Por lo que nuestros rasgos serán más finos, independientemente seamos rubios o morenos, seremos más esbeltos y bellos.

Sin embargo, la evolución debe ser así, desde el espíritu mismo y no al revés. Por más que un cuerpo sea esbelto y bello, no va a ser más inteligente.

Además, sabemos muy bien que lo que hace que una persona sea realmente bella es el alma, es el fondo de la persona.

La expresión facial, el comportamiento, la reacción, esas propiedades que conforman el alma la que embellecen el cuerpo.

Un espíritu bello enamora con una simple sonrisa independientemente del cuerpo que ocupe.

Genética e inteligencia

Ciertamente los avances en genética nos han permitido saber muchas cosas sobre nuestro cuerpo. ¿Pero que hay de la inteligencia?

Podemos elegir el sexo, el color de los ojos y algunas propiedades más de nuestro cuerpo. ¿Y el grado de inteligencia?

Por supuesto que no. La inteligencia es del espíritu y el espíritu no depende del cuerpo.

Es cierto, que puede haber algunas enfermedades que predispongan a un déficit en el desarrollo cerebral y eso repercuta en el rendimiento del espíritu. Pero de ningún modo, genéticamente vamos a determinar o modificar las características intrínsecas del espíritu.

Un hombre piensa por la composición de su espíritu, por la intelectualidad de su espíritu, por la capacidad de su espíritu y todo eso es obra de Dios.

El hombre no puede intervenir en las cosas del espíritu. Si decimos que un espíritu no es materia, entonces no son genes ni ADN, ni nada material.

Aunque intenten de alguna manera modificar los genes, sólo pueden conseguir resultados sobre la materia, no sobre el alma o el espíritu.

Debemos tener claro que la capacidad no va a depender de los hombres, sino de Dios mismo. No olvidéis nunca esto, por muy científicos que seamos.

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