Más allá de las definiciones, la familia es la base ideológica más importante para comprender el amor.
La familia en sí constituye un elemento importantísimo para el desarrollo de los hijos, pero también, para el aprendizaje de los padres. Sin embargo, es difícil conjugar una idea que satisfaga a todos, pues hijos, padres y sociedad, guardan un punto de vista diferentes.
¿Qué definimos como familia? ¿Por qué es tan importante?
Dónde empieza la familia
La familia se origina en el seno de la madre con el nacimiento del hijo. Este el inicio.
No es la unión de la pareja, no es el matrimonio de dos seres que se aman, sean del sexo que sean.
Y como vemos, aquí, en la familia, sí hay diferencias de sexo. Porque Dios ha inferido diferencias de sexo para que nos sintamos complementados y necesitados unos de otros.
En este caso, la mujer es quien ha sido bendecida con la capacidad de ser madre y engendrar un hijo. Y este don otorgado por Dios es el origen necesario de toda familia.
Aquí es donde se inicia la definición de familia, madre e hijo. A partir de aquí se pueden ir sumando riquezas a ese núcleo como el padre. Y pueden sumarse nuevos hijos, engrandeciendo así la familia.
Con esto no queremos decir, que el padre no tenga su importancia. La tiene, no sólo con las responsabilidades compartidas de las necesidades del hijo, sino con la educación de estos.
Sin embargo, no constituye por sí mismo, un elemento imprescindible como es la madre en el momento de la creación de la familia.
Y es que Dios bendice a la madre no sólo con la capacidad de engendrar un hijo, sino que le concede el sentimiento de maternidad.
El sentimiento de maternidad
El sentimiento de maternidad no es un instinto animal. Aunque es cierto que los animales poseen un instinto que les hace cuidar y proteger a sus crías, no podemos compararlos.
Los animales no poseen alma, manifiestan una conducta programada que Dios ha creado para que nos acompañen e incluso podamos imitarlos.
Los seres humanos somos espíritus y materializados aquí en la tierra o cualquier mundo material, tenemos un alma con libre albedrío para aprender.
Viendo Dios que no aprendíamos, vio necesario que debía ayudarnos con sentimientos guía, motivaciones que nos condujeran a aprender. Dicho de otra forma, crea la necesidad de que aprendamos.
El sentimiento de maternidad es uno de esos sentimientos guía que Dios crea e infunde en todas las mujeres para que aprendan a ser madres. Ese sentimiento de proteger y cuidar a los hijos es infundado por Dios en su origen, desde su nacimiento y por ese motivo, todas las niñas del mundo juegan y sueñan con ser madres.
Eso no significa que toda madre sea por definición buena madre y que todas sientan lo mismo, pues sólo se trata de motivarlo, de incentivarlo, de crear la necesidad. Con ese sentimiento, la madre desarrolla esa capacidad en la medida de su esfuerzo y dedicación, como ocurre en todas las virtudes que el espíritu debe adquirir en su carrera espiritual.
Que, con ese sentimiento, esa madre prospere y se esfuerce para cuidar y educar a ese hijo, va a depender de ella misma y su libre albedrío. Por lo que también puede hacer caso omiso y abandonar ese reto.
La interpretación de género en la familia
¿Puede un padre reemplazar a una madre? No.
¿Puede una madre reemplazar a un padre? No.
Y entonces, ¿quién es el núcleo de la familia?
Dios ha dispuesto que sea la madre el núcleo de la familia. La madre está preparada y además recibe el sentimiento de maternidad para que sea la encargada de liderar esa tarea.
Sin embargo, hemos dicho que hay libre albedrío, también para esta tarea. Por lo que, si la madre omite ese sentimiento y declina su responsabilidad, pues que sea el padre quien lidere la educación de ese hijo.
Si lo hace con voluntad y sacrificio, de buen seguro Dios le ayudará y le dará todo lo que necesite para que así sea.
Y si ese hijo, no puede contar con ninguno, pues tampoco es negativo. Porque a veces es necesario vivir la necesidad de no tener, para desearlo y comprender su importancia. Nada es negativo, toda situación por dolorosa o incomprensible que parezca, si Dios la permite es porque nos ayudará a comprender y así prosperar en el conocimiento espiritual.
Y si ese hijo es entregado a otra pareja sea o no homosexual, pues estamos en la misma situación anterior. No disponen de ese sentimiento de maternidad que Dios ha entregado a la madre que engendra. Pero sin lugar a duda, si tienen la voluntad y la disposición para hacerlo, entonces bienvenido sea porque Dios no ha dispuesto límites en el sentir de las almas.
Sin embargo, de la misma forma que Dios nos da libre albedrío para caminar y aprender, hagámoslo también de igual forma con nuestros hijos. La educación debe ser lo más juiciosa posible para no adoctrinar a los hijos.
La educación de los hijos
Hasta aproximadamente los 12 años, por lo general, los hijos se amparan en su madre, pues es la figura que les provee de lo que necesitan, les protege y amparan de sus dificultades.
Hasta ese momento aprenden imitando, lo bueno y lo malo, no llegando a veces discernir si es o no lo que desean.
Por eso es tan importante que los padres, se esfuercen en dar lo mejor de sí y sean verdaderos ejemplos como personas. Los padres son modelos para seguir. Por ese motivo, a veces, es necesario explicar a los hijos las bases ideológicas para que vayan armonizando todo lo que ven en un justo equilibrio.
A partir de esa edad, suelen decantarse hacia el padre o la madre, a veces según el tema, a veces según la inclinación de sexo. La cuestión es que empiezan a decidir qué o no les gusta, y con que o no simpatizan.
Esta etapa es decisiva, pues ya no vale con imitar, toca comprender y esa tarea no sólo está la madre, sino el padre, y todo lo que le rodea, amigos y sociedad. Todo esto va a sumar a la formación del ser adulto.
La labor de la educación de los hijos en la familia es tarea crucial y la más importante responsabilidad de los padres. Los valores que el menor adquiera definirán en mayor o menor medida las decisiones a futuro de ese hijo.
La necesidad de la familia
Podemos equivocarnos, podemos fracasar y perderlo todo, e incluso abandonar a la familia. Pero no podemos olvidar que, si Dios ha dispuesto para nosotros de esos padres y nuestro nacimiento en esa familia, por algún motivo será. Sin duda, esa debe ser nuestra fuerza y punto de equilibrio en esta vida.
Es, por tanto, y así debería ser, nuestro refugio y nuestra fuente de ayuda en esta vida material. ¿Quién mejor va a entendernos que no sea nuestra madre o nuestro padre o nuestra familia?
A veces nos perdemos en los perjuicios de la vida. Creemos que la familia es como un comodín, a veces me apetece y otras no. Otros ni siquiera la respetan.
Pero Dios ha dispuesto nuestro desarrollo en la familia y merece todo el respeto, pues si no aprendemos a respetar a nuestra familia, difícilmente respetaremos a Dios.
Primero debemos aprender a respetar las decisiones de Dios y si ha dispuesto el núcleo familiar para aprender en la vida material, pues que así sea.
No esperemos a recibir, empecemos por dar porque de bien seguro, acabaremos recibiendo, sino en esta vida, en la espiritual, que es la que verdaderamente importa.