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El materialismo

El materialismo ha triunfado en el pensamiento de la humanidad. No creemos más allá de la realidad material. La concepción de nuestro mundo, de nuestro pensamiento y su expresión, creemos es sólo fruto de la estricta manifestación de la materia y su evolución en el tiempo.

Sin embargo, no deja de ser una doctrina que encarcela el pensamiento del hombre y lo reduce a ser un mero elemento más de la materia que nos envuelve.

Si el materialismo es nuestra forma pensar y la referencia de lo que creemos, estamos fracasando.

El origen del materialismo

El materialismo como corriente filosófica nació hace algunos miles de años, pues en la antigua Grecia ya se hablaba de establecer nuestro origen en algo tangible, la materia como principio de todo.

De esta manera se establecieron los cimientos de esta doctrina filosófica que sostiene que la realidad es tangible. Y que, por tanto, la existencia debe ser perceptible. Es decir, nuestros pensamientos y creencias se definen en la tangibilidad de las cosas, en aquello que podemos ver y tocar.

Y desde entonces nuestro pensamiento no ha dejado de evolucionar en ese sentido. Hemos invertido en tecnología para aumentar nuestro espectro de la realidad, para poder ver y tocar aquello que forma parte de nosotros o que nos envuelve en este mundo material.

La doctrina del materialismo nos limita

Y eso, en parte, es bueno porque formamos parte de la creación material y entender la forma en que existen las cosas, nos ayuda a acercarnos más al Creador, a Dios. Nos hace engrandecer nuestra inteligencia. Dios quiere hacernos partícipes de su Inteligencia, nos ofrece sabiduría sin límites.

Pero claro, somos nosotros los primeros que nos limitamos. Porque nos adoctrinamos a una forma de pensar en aceptar la realidad a sólo lo que podemos demostrar con la tecnología que tenemos.

¿No vemos acaso que no somos un mundo avanzado? No hace falta que nos comparemos con algunos extraterrestres que nos visitan. Simplemente veamos nuestro mundo. Hay gente que aún centra su vida en procurar no morir de hambre, las guerras siguen asolando nuestro mundo, el hombre sigue maltratando la tierra que lo sustenta. ¿De verdad, sólo queremos creer en aquello que podemos ver y tocar?

Pues qué pequeños somos y qué poco queremos prosperar. Porque hay un momento que no se puede entender la realidad material sin contar con la base de la realidad espiritual.

No podemos olvidar que el Creador de lo material es Dios Nuestro Padre y como espíritu que es, su concepción no ha podido se otra que servir a un fin espiritual, para que nos sea útil a nosotros, que somos sus hijos y también espíritus.

Nuestro pensamiento materialista nos dirige al fracaso

Por lo que sí hermanos, estamos limitando nuestro pensamiento a nuestra vida materialista. Y eso no quiere decir que Dios frene nuestro avance en este camino hacia la conquista material,  porque si estamos en este mundo material reencarnados es para aprender por nuestros propios medios. Tenemos el libre albedrío, Dios nos permite elegir nuestros caminos, aún sabiendo no vamos por el bien camino.

Pero de seguir así, vamos a fracasar si olvidamos lo que somos, de donde venimos y hacia donde vamos.

¿Y qué significa fracasar? Fracasar significa muchas cosas, perder el tiempo, atrasarnos en conocimiento, perder los valores que tanto trabajo y fruto de otras tantas reencarnaciones hemos conseguido, alejarnos de aquellos espíritus hermanos que amamos porque ellos sí siguen avanzando, alejarnos de Dios y aumentar esa distancia que la falta de entendimiento causa.

¿Y qué importancia tiene el fracaso siendo espíritus con la eternidad por delante? El bien común. Nuestro origen, nuestra evolución está conectada entre todos nosotros. Cuando luchas por ti, estas luchando por la confraternización de las almas.

Si tú crees en Dios, tu hijo se va a sensibilizar, crecerá en ese entorno y prosperará en base al conocimiento que tú como padre le inculques.

Pero si no crees en Dios y tu pensamiento es materialista, tu hijo crecerá en ese entorno y difícilmente evolucionará de otra manera.

Es decir, la importancia del fracaso es vasta y suele repercutir de forma trascendental en el entendimiento y evolución de todos en el mundo espiritual.

La realidad

No es por tanto un tema menor. Y sin ser alarmista, de seguir por la senda de la conquista materialista del pensamiento, vamos abocados a nuestra propia destrucción. Pues el materialismo solo traerá engrandecer el egoísmo y la prepotencia del hombre. Marcará sus objetivos a obtener poder y control sobre la materia, y cuando crea lo tenga someterá al resto.

Porque no verá más allá de esa materia. Porque nadie emprendería una empresa de colonizar otro planeta para esclavizar al otro, si entendiera que más allá de su cuerpo material es un espíritu que está de paso en esta vida.

Que está viviendo esta vida para aprender valores que ensanchen su capacidad espiritual, para poder avanzar en la escala espiritista y obtener la vida eterna para no tener que reencarnarse de nuevo.

Porque reencarnarse es cruel. Implica perder la capacidad espiritual, someterte a los límites del cuerpo que, aunque en mundos avanzados es más llevadero, no deja de ser una prisión para la magnanimidad del espíritu.

Y una vez tengamos la vida eterna alcanzar la pureza espiritual, para así poder recibir de Dios mismo la verdadera enseñanza. Porque hasta ese momento, las reencarnaciones solo han sido el ABC de todo lo que nos queda por aprender.

Si en verdad vislumbráramos todo eso, ¿Qué sentido tiene encarnizarnos en las guerras y seguir avanzando en tecnología militar? ¿Qué adelanto tomando el poder de un país esclavizando a mis hermanos? ¿Por qué vivo y mato acaparando riquezas que no van a elevar mi espíritu?

Abrir los ojos

Muchos somos, pero no todos podemos cambiar estos pensamientos. Es cierto, no podemos cambiar el pensamiento de otros, en especial de aquellos que ostentan el poder en nuestro mundo material. Pero sí podemos abrir nuestros ojos.

Porque vemos con nuestros ojos este mundo que nos rodea, pero hay que abrir los otros ojos. Aquellos que ven más allá del materialismo, aquellos que tienen que ver con nuestra naturaleza espiritual. Esos ojos que se clavan en la injusticia, que se sensibilizan con el necesitado, que reconocen lo que está bien, que identifican lo que vale la pena.

Dios nunca no nos abandona. Siempre está cuando elevamos el pensamiento. Y siempre nos ayuda. Pero tengamos en cuenta, que lo que pedimos, a veces, no nos ayuda. Porque si le pedimos bajo el materialismo, Dios no va a atentar nunca contra nosotros. Y nosotros somos espíritus, no materia.

Podemos empezar por cosas pequeñas. En estas fiestas navideñas, que impera el consumismo de las cosas. Que prevalezca la familia, que prevalezcan las enseñanzas del Cristo, que recordemos aquel que vino a enseñarnos la buena nueva.

El valor de las pequeñas cosas

Jesús ya era un espíritu puro cuando nació. No necesitaba reencarnarse, pues ya aprendía directamente de Dios. Pero cuando Dios vio que la Tierra no prosperaba y que quizás de nuevo tenía que hacer borrón y cuenta nueva para volver a empezar, Jesús se mostró voluntario.

¿Cuántos se salvaron? Pocos. Entendiendo la salvación como avance de entendimiento hacia la vida eterna, pocos. Pero la ola ideológica provocó que posteriormente se salvaran otros más y se promovieron nuevos escenarios de aprendizaje. Fue sin duda, es sin duda aún hoy día, un éxito.

No podemos olvidar, no podemos dejar que el avance del materialismo nos ciegue. Que cada uno se regocije y busque a Dios en su interior. Y se sensibilice con su familia, en su entorno más próximo. Y que actúe en consecuencia allí donde vaya, allá donde le lleve esta vida.

Debemos responsabilizarnos de aquello que abarcamos. Sí, es más fácil ver la guerra que los problemas de mi familia. Pero Dios te ha emplazado ahí, acomete tu misión y vive esa vida lo más dignamente que puedas. Si todos así lo hacemos, por la confraternización de las almas, conseguiremos el triunfo.

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