La Tierra, al igual que otros mundos, nos expone a probar nuestra valía en pro de la comprensión hacia el Espiritismo de Dios, salvándonos así de las dudas y los vicios que la falta de fe nos conduce. Expiar esos vicios y esas dudas debe ser nuestra lucha en nuestra reencarnación.
¿Qué ocurre cuando morimos y no hemos vencido esos vicios?
La pérdida de nuestra fe y de nuestra valía puede conducirnos a caminos perdidos en busca de placeres y alivios mundanos que nos haga olvidar nuestro verdadero objetivo, el luchar por nuestra reencarnación y expiar nuestras faltas. El alcohol, la droga, el juego, el sexo, el dinero…son vicios que podemos adquirir en consecuencia de nuestra derrota, de nuestro fracaso a la comprensión de Dios y la verdad de nuestra existencia.
Esos vicios lamentablemente, de no superarse en la reencarnación, trascienden al plano espiritual, inmersos en la capacidad de esa alma. Son lacras que carga esa alma y que debieran limpiarse en el seno de la reencarnación, donde las ha adquirido.
En el plano espiritual no existen vicios
Los vicios no forman parte de la capacidad del alma y no tienen cabida en el plano espiritual. Los vicios toman forma en el cuerpo, en la materia. Sin dinero, sin cuerpo, sin droga ni alcohol…es imposible recrearlos y llevarlos a cabo en el mundo del espíritu.
Sin embargo, dado llevan consigo esa lacra de pesada carga, los espíritus con vicios sienten una gran atracción hacia el plano material y cuando pueden vuelven al mundo material para gozar indirectamente de aquellos que estando reencarnados están inmersos en esos vicios; aunque sólo sea a ratos.
Por lo que se allegan a esos sitios donde converge el vicio, la lujuria del sexo, el descontrol de las drogas, la codicia del dinero y se complacen a través de la vivencia de otros.
Tristemente, se trata de una lucha interna, el cual el espíritu con vicios sabe que no debe avivar ese deseo, pero a veces persisten, aunque sean espíritus de luz o hasta incluso elevados.
Y persisten hasta el punto de que se sienten tan atraídos por esos vicios, que estando en trabajos espirituales, se dejan arrastrar por el vicio y lo abandonan para ir a la Tierra. Eso conlleva a un retraso importante en su progreso espiritual.
¿Puede depurarse de los vicios en el mundo espiritual o sólo pueden hacerlo aquí en el mundo material?
Lo más fácil para que no transcienda al espíritu sería expiar esos vicios en la Tierra. Pero si por ejemplo han nacido concretamente para depurarse de esos vicios y no lo han conseguido, y son ya varias reencarnaciones, entonces se les da una oportunidad para poder depurarse en el plano espiritual.
Se les ayuda para que lleguen a superar esos vicios, para adquirir una comprensión que les permita romper esa atracción, esa adicción. Eso no significa que sea automático. Por supuesto, que tendrán sus ratos para escaparse a la Tierra. Pero conforme vayan progresando, esos ratos se acortarán y progresivamente, cada vez sentirá menos atracción e interés por esos vicios.
Sin embargo, como hemos comentado, a veces esos vicios son muy persistentes, y si se sienten tan atraídos y abandonan sus trabajos y clases espirituales para expiar esas lacras, entonces no hay más remedio que reencarnarse de nuevo.
¿Cómo expiar los vicios en nuestra reencarnación?
Los vicios suponen una especie de espejismo para el alma, que se ve desesperada e inmersa en ese placer rápido del plano material. En la mayoría de las ocasiones, es tan fuerte esa adicción, que ni la familia ni su propia salud son motivaciones suficientes para hacer frente a un tratamiento médico o un cambio de conducta.
Cuando se llega a ese grado de adicción, pueden llegar a perder la ayuda de sus guías y esta situación los lleva a empeorar, pues se exponen a los espíritus turbados.
Llegados a esta situación, un médico, un familiar y evidentemente un médium vidente completo, pueden ayudar a estas personas con vicios. En especial éste último, pues podrá guiarlo con más determinación. Pero sólo si se dejan ayudar, pues como espíritu prevalece el libre albedrío.
Esa persona con esos vicios debe hacer el sacrificio de abandonarlo y acogerse a la fe, a los valores de su vida. No es fácil, pero sí posible.