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No matarás

Las guerras se siguen sucediendo en la Tierra y no matar sigue siendo la asignatura pendiente de superar en este mundo.

Estamos siendo testigos de cómo la guerra, ya no sólo está en los países en vía de desarrollo o presente en regímenes totalitaristas, sino que acecha de nuevo a la democracia.

La sombra de una nueva guerra mundial convulsiona el pensamiento de los que vivimos en democracia, como si en cuestión de segundos nos fuera hecho vulnerables a la muerte.

Sí, la guerra va a estar presente en nuestro futuro inmediato, de forma directa o indirecta va a formar parte de nuestra superación de los que vivimos en esta o las próximas reencarnaciones.

¿Vamos a ser capaces de no matar?

Dios nos dice que no matemos

Dios nos dice que no se debe matar a nadie, ni aún en guerras.

Dios no nos ha dado la vida para que se la quitemos a otros hermanos. Ni siquiera a nosotros mismos.

Si en este mundo encontramos hermanos con diferente ideología, no es para que resolvamos nuestras diferencias con la muerte, sino para que nos esforcemos en comprendernos y cambiemos juntos, evolucionando así en la superación de esas dificultades.  

No somos perfectos. Alcanzar la perfección y obtener el galardón de la pureza de la mano de Dios Nuestro Padre requiere de gran esfuerzo y un largo recorrido de reencarnaciones.

Y si nos pone en situación de guerra es para que interactuemos con toda clase de conceptos y pensamientos, para que aprendamos a diferenciar lo bueno de lo malo y obtengamos por nosotros mismos la elección adecuada.

Así, paso a paso, elección tras elección, nos esforcemos en alcanzar el camino que conduce a Dios y, en definitiva, a la vida eterna.

Debemos procurar por todos los medios de no matar. Independientemente del bando en que estemos y del lugar o profesión que ocupemos, no debemos matar.

El matar no está justificado por nada ni por nadie. Con excepción de si en defensa propia de nuestra vida, nos vemos en peligro de muerte. Pero repito, debe ser una situación muy justificada, es decir, debe ser el último y excepcional recurso.

Debemos comprender y poner todo nuestro esfuerzo en entender, que la muerte de ese hermano significa el cese de esa reencarnación y eso es muy duro para la recuperación de ese espíritu.

Pues todo el esfuerzo y trabajo que ha afrontado para reencarnarse, se esfuma al perder su oportunidad de aprender en la vida material. Y es arrojado al plano espiritual sin llegar su hora, quedando abatido y turbado por no estar preparado para recibir la muerte.

El respeto a la vida y al Espiritismo

Dios nos ha creado como espíritus y nos ha dado capacidad sin límites para que aprendamos y evolucionemos por nosotros mismos, con libre albedrío y brindándonos todas las oportunidades.

Con esta voluntad Dios creó todo lo que nos rodea y nos ha traído a los mundos materiales, para que con las reencarnaciones aprendamos, comprendamos y adquiramos elevación suficiente para que podamos un día aprender de Dios mismo. Es la vida eterna, llegar a ser un espíritu puro.

Si Dios nos quiere a todos y a todos nos da oportunidades, ¿por qué nosotros atentamos contra nosotros mismos?

¿Quiénes somos nosotros para matar a nadie? ¿Por qué cogemos una vida que no nos pertenece y la detenemos?

Cada uno de nosotros tenemos derecho a la vida por deseo y concesión de Dios. Pero más aún, nosotros, que todos formamos el Espiritismo, ¿cómo vamos a reprender con la muerte a uno de los nuestros? ¿Cómo vamos a desgarrarlo del ciclo de las reencarnaciones que todos aunamos?

Hermanos, matar significa arrebatar el derecho que Dios no ha concedido a la vida. Significa romper con la ideología misma del Espiritismo. Perder esa vida es atrasar el camino de superación de ese hermano que ha muerto, pero más grave aún es para aquel que mata, pues desciende al último escalón de la escala espiritista.

El deseo de lucha y muerte

Muchos espíritus que se reencarnan en la Tierra acaban de ascender a espíritu de luz. Llevan consigo pues aún, sentimientos arraigados de lucha de reencarnaciones anteriores.

Dios Nuestro Padre a través de sus guías, y poniendo a su disposición medios en su vida material, hace llegar al sentimiento de ese espíritu destellos de humanidad.

Ahí está su esfuerzo y superación. Porque si con todos esos elementos comprende y a través de la humildad procesa sentimientos de fraternidad, amistad y paz; sin duda habrá salido victorioso. Y a su muerte, los hermanos superiores le estarán esperando para festejar con él su elevación.

Sin embargo, si con pertinencia se mata a alguien, el pensamiento de aquel que mata se desvirtúa y su sentimiento se apodera de la lucha de matar.

Y ante la negación a escuchar la voz de sus guías y no dejarse alentar por los destellos que Dios le hace llegar, escoge avivar su sentimiento de lucha y muerte.

Cuando llega su muerte, en el plano espiritual, Dios lo recluye en un planeta errante. Custodiado por los ángeles guardianes, para que no molesten y perturben la paz espiritual ni la paz celestial de los espíritus, pero tampoco permite que atienten en el mundo material y puedan sembrar el terror entre las almas y espíritus bondadosos.

Espíritus errantes

Tenéis que comprender que, si son peligrosos estando reencarnados en un cuerpo material, imaginaos siendo espíritus con todas las facultades y cualidades de un espíritu.

Por ese motivo, cuando llegan al mundo espiritual los ángeles guardianes lo custodian hacia un planeta donde permanecen muchísimo tiempo como espíritus errantes.

Recluidos en el planeta errante, estos espíritus errantes reciben fluido de entendimiento de Dios para que poco a poco vayan comprendiendo que no se debe matar.

Mirad la grandiosidad de la bondad de Dios, el amor que nos procesa, que aún sin esos espíritus pedirlo, Dios les da oportunidades.

Hermanos de buena voluntad trabajan con ellos para que empiecen a valorar el sentimiento del alma, la amistad, la hermandad.

Sin embargo, puede pasar muchísimo tiempo, incluso siglos, para que recobren algo de juicio que les permita arrepentirse y querer comprender de nuevo la capacidad de amar la vida que posibilite la oportunidad de una nueva reencarnación.

Matar no está justificado

Y de nuevo repetimos, matar a un hermano no está justificado.

Tampoco si eres soldado. No se puede buscar la paz con la muerte.

No se debe matar en beneficio propio de nuestro provecho, por riquezas, bienes o envidia.

No debemos matar porque significa una degradación para nosotros mismos, descender al escalón más bajo de la vida errante. Y para la persona que podemos ma­tar significa un desenlace de desorientación y atraso.

Si hemos nacido en la Tierra, hemos superado el salvajismo de los mundos primitivos. Ahora sabemos pensar, comprender y empezamos a cultivar un buen juicio de las cosas.

¿Cómo podemos mancharnos las manos con la muerte de un hermano?

¿Cómo podemos interrumpir con la muerte, el proceso de desarrollo de un hermano?

No debe­mos matar, no debemos hacerlo, el matar a un hermano no está justificado.

Deseo que recordéis que los bienes terrenales, las riquezas, no ascienden al mundo de Dios. Sólo asciende la fe, la fuerza viva de la humildad y la bondad del espíritu, eso es lo que asciende, hermanos.

Dios nos da la vida para que disfrutemos de ella. Y es cierto, que nos hace pasar, e incluso a veces nosotros mismos así le hemos solicitado, por unas situaciones difíciles. Pero debemos de comprender que todas esas dificultades impuestas por Dios o por nosotros mismos, son para nuestro desarrollo, para nuestra compresión.

Pues con más motivos, debemos respe­tarlas y debemos esforzarnos más cada día. Reco­brar en nosotros más juicio y que ese juicio, nos sirva para no levantar la mano ante un hermano con el fin de matarlo.

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